Homilia de Mons. Enrique Benavant Vidal, Bisbe de Tortosa en la professió solemne de Sor Jacinta de la Asunción
Tortosa, monasterio de Santa Clara, 19 de marzo de 2019
– Lectures
1 Sa 7, 4-5. 12-16
Rm 4, 13. 16-18. 22
Mt 16. 18-21. 24
Estimados hermanos sacerdotes
Hermanas clarisas
Apreciada hermana Sor Jacinta
Hermanos todos en el Señor
1.- El Señor te da su gracia
Estamos viviendo una celebración especialmente significativa, un auténtico momento de gracia, en primer lugar para Sor Jacinta, la hermana que va a hacer su profesión solemne, para esta comunidad de hermanas de Santa Clara y para toda la Iglesia.
Es un acontecimiento de gracia porque la historia de una vocación a la vida contemplativa es una historia de amor. El Señor nos quiere conducir al amor y, por ello, ha ido haciéndose presente en la historia de nuestra hermana Jacinta hasta traerla hoy aquí. A lo largo de su vida la ha ido conduciendo por un camino de fe para que conociera el amor. No basta con saber que Dios nos ama. Eso no sirve para nada si no llegamos a conocer, a vivir, a experimentar en nosotros su amor.
La decisión que ha tomado nuestra hermana de entregarse totalmente a Dios sólo es posible cuando alguien ha llegado a conocer su amor, a sentirlo en su historia personal. Y eso no es conquista nuestra, es gracia y regalo del Señor. La vocación contemplativa no consiste en primer lugar en que quien ha sido llamada le diga al Señor: “Quiero desposarme contigo”, sino que nace de una iniciativa de Dios. En algún momento de su historia Sor Jacinta ha sentido la presencia del Señor, que le hablaba al corazón y le decía: “¿Quieres desposarte conmigo?”. Lo que hoy estamos viviendo es una respuesta de amor al Amor.
Estimada hermana: Todos los que hoy nos hemos reunido para celebrar esta Eucaristía somos invitados a alabar al Señor por el poder de su gracia, pero es usted la primera que hoy debe proclamar desde la verdad de su corazón y de su vida, no lo que usted ha hecho o lo que va a hacer, sino lo que Dios ha hecho en usted y lo que está dispuesta a dejar que continúe haciendo en su corazón.
2.- La respuesta a la gracia es el agradecimiento
Cuando una persona se siente amada por alguien, eso despierta en ella una capacidad intensa para el amor. Quien no sólo sabe que Dios es amor, sino que ha conocido por gracia su amor, experimenta en el corazón un deseo intenso de amar.
Si mira con ojos de fe la historia de su vida, descubrirá que todo lo que le ha ocurrido hasta hoy no es más que la preparación para este momento. La gracia de Dios la ha ido preparando para que responda con gratitud, en una respuesta que no son sólo palabras sino entrega total para amar plenamente.
Esa respuesta total tiene la forma de un voto. No se limita únicamente a hacer algo por el Señor, sino a entregarle su persona para pertenecerle únicamente a Él, para dejarse amar por Él y para amarle cada día con más intensidad.
Es la entrega de alguien que se siente pequeña y pobre ante el Señor y desde esa pequeñez acepta vivir en obediencia. Al igual que María, usted está diciéndole: “Hágase en mí según tu palabra”. Al igual que San José, usted está prestándole la obediencia de la fe. Tanto María como José viven su misión como si fuera un voto, una profesión solemne. Estamos ante un acto de obediencia a Aquel a quien ellos reconocen como su Señor y ante quien se sienten unos humildes servidores. Es una obediencia apoyada en el amor confiado. No piden explicaciones, no quieren comprenderlo todo antes de decidirse, no exigen garantías previas. El voto de obediencia implica dejarse conducir por el Señor más que por los propios deseos o los propios proyectos, y la debe llevar a confiar más en Él que en su propia manera de ver las cosas. La obediencia es la forma más clara de amor a Dios. Pídale que le conceda la gracia de vivir en todo momento la obediencia como expresión de su amor total a Él.
La obediencia amorosa es posible practicando la auténtica pobreza de espíritu. La obediencia sincera sólo puede nacer de un corazón humilde y sencillo, de un corazón pobre y alegre. ¿Cómo es posible vivir la alegría en la pobreza? Esto es posible si quien hace el voto de pobreza da el paso porque ha descubierto que Cristo es su riqueza. Pídale hoy al Señor que Él sea su tesoro, ese tesoro por el que vale la pena dejarlo todo. Como hermana de San Francisco y de Santa Clara, no olvide que el signo de la verdadera pobreza es la humildad de Espíritu. No es verdaderamente pobre quien canta sus propias grandezas, quien se enorgullece de la decisión que ha tomado al entregarse. Ni la Santísima Virgen María ni San José cantaron nunca sus grandezas. Cantaron la grandeza del Señor. Pídale que le conceda la gracia de hacer de su vida un canto de alabanza alegre y agradecida que nace de un corazón pobre y humilde.
El Señor quiere desposarse con Usted en matrimonio perpetuo, en misericordia y compasión, en fidelidad. Él quiere penetrar en lo más profundo de su corazón. Abrirse a este amor significa responderle con el voto de virginidad, una virginidad para Dios. Mirando a María entendemos el sentido de esta entrega: Ella es Virgen en su cuerpo porque su persona es enteramente para Dios. San José también la acompañó en este estado de vida. Pida hoy al Señor que le conceda ser siempre una virgen para Dios y que la castidad de su cuerpo sea expresión de la intensidad de su amor a Él.
El Señor quiere desposarse con usted en matrimonio perpetuo y en fidelidad. Por ello, su entrega deber ser para siempre. Desde ahora, dejando lo que queda atrás, debe lanzarse hacia delante confiando únicamente en Él. Pídale la gracia de no dudar en ningún momento de lo que ha hecho, de no pensar en ningún momento que quizás otra opción habría sido mejor. La obediencia amorosa a la voluntad de Dios, que es su respuesta a su amor del Señor es lo mejor para usted y lo que la hará realmente feliz incluso en los momentos del dolor y de la oscuridad.
Que su entrega sea también sin reservas y sin ambigüedades, como corresponde al amor que Dios le tiene. Que vaya creciendo en su deseo de amarle cada día más. Que su amor no vaya de más a menos, que no se vaya enfriando, sino que sea cada día más intenso.
La vida contemplativa nos muestra que cuando un alma acoge las gracias que el Señor le da en un espíritu de pura apertura y disponibilidad, la va colmando con nuevas gracias y con nuevos regalos. En la apertura a esas nuevas gracias se va progresando y se avanza en la vida espiritual. Cuando contemplamos el camino de San Francisco y de Santa Clara descubrimos que su humildad y sencillez eran cada día mayores. Las gracias con que Dios los enriquecía no les llevaban a considerarse mejores que los demás. Su obediencia era cada día más perfecta y se complacían en realizar los trabajos más humildes. Su castidad era cada día más pura, porque su amor al Señor era cada vez más intenso. Su espíritu de pobreza era cada día más grande, porque habían comprendido cuál era su verdadero tesoro. Su oración era cada día más ferviente, porque su amistad con el Señor era cada día más fuerte.
3.- Un don para la Iglesia
Querida Sor Jacinta; queridas hermanas clarisas: su vocación es una muestra de predilección que el Señor les ha mostrado, pero es también un regalo para toda la Iglesia. La Iglesia peregrina, que camina con dificultades en este mundo, que conoce las tentaciones y las debilidades a las que estamos expuestos todos los cristianos, necesita signos que le hablen del cielo, que nos orienten a todos hacia los bienes definitivos, hacia la Iglesia celeste, hacia esa Iglesia sin mancha ni arruga ni nada semejante, en la que Dios lo será todo en todos.
Nuestro mundo, tan atado a las cosas que pretenden ofrecer la felicidad, pero que tan sólo ofrecen un placer efímero que deja insatisfecho el corazón del hombre, necesita de personas que, formando parte de la Iglesia peregrina, le recuerden las realidades definitivas y la orienten hacia el cielo.
Que la sencillez de vuestra vida contemplativa, la pobreza vivida con alegría, la limpieza de vuestro corazón, la humildad de vuestro espíritu, la sinceridad y la verdad de vuestra entrega a Dios, vuestro deseo de llegar a un amor total con el Esposo… que todo ello nos oriente hacia la patria a la que todos estamos llamados.
La Iglesia necesita de vuestro ejemplo y de vuestra oración. Cuando más sincera y alegre, cuando más verdadera sea vuestra oración, cuando más os presentéis con corazón limpio ante el Señor, más eficaz será vuestra oración. Cuando más intenso sea vuestro amor a Dios vivido en la oración, con más caridad pastoral vivirán los sacerdotes su ministerio; el amor de los esposos será más fuerte y más verdadero; la entrega de los misioneros será más fecunda; la fidelidad de los consagrados será mayor; el testimonio de los laicos será más valiente y los que sufren por causa de Cristo y de su Evangelio se sentirán fortalecidos.
Que el testimonio de San Francisco, de Santa Clara, de todos los santos y santas que se han entregado a Dios en el silencio y el anonimato de los monasterios les iluminen en todo momento de su vida monástica. Que, ayudadas por su intercesión, lleguen un día a reunirse con todos ellos en la asamblea festiva de los santos.
Que así sea.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa