VIVAMOS LA NAVIDAD COMO LOS PASTORES 25-12-2016

Un año más celebramos la Navidad. Son unas fiestas particularmente entrañables: los encuentros con los familiares y amigos; las felicitaciones y regalos que recibimos y que fortalecen la amistad entre las personas; el ambiente que se crea en nuestros pueblos y ciudades; las tradiciones vinculadas a estas fechas, los nacimientos que decoran nuestros hogares… Todo ayuda a crear un clima espiritual y humano que hace brotar los mejores sentimientos en el corazón de las personas. Pero todo esto, que ciertamente nos ayuda a vivir la Navidad, no debe distraernos de centrar nuestra mirada y nuestro corazón en Aquel cuyo nacimiento celebramos: Jesús ha de ser el centro de estos días. Por ello, os invito a que los vivamos con las actitudes de aquellos que reconocieron al Señor cuando vino a nuestro mundo.

Los primeros a quienes se les anunció el nacimiento del Señor fueron los pastores que pasaban la noche al aire libre. Se les anuncia «una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2, 10) y que no es otra que «en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11). Sorprende que una noticia tan importante para el pueblo de Israel y para la historia de la humanidad, no se dé a conocer en primer lugar a las autoridades y jefes del pueblo, sino a unos insignificantes pastores. Estos pastores han tenido el privilegio de ser los primeros en escuchar el evangelio del nacimiento del Mesías, y esto por dos motivos: el primero, porque cuando todos dormían en el silencio de la noche, ellos estaban velando (Lc 2, 8); el segundo, porque el Hijo de Dios había entrado en el mundo de tal modo que, los que ponen su esperanza en las grandezas humanas, no hubieran creído que aquel niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre era el «Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11). Sólo los pobres y aquellos que aman la pobreza pueden reconocer al Hijo de Dios en aquel niño pobre y pequeño.

¿Cómo reaccionaron los pastores al anuncio del ángel? El texto evangélico nos dice que «se decían unos a otros: «Vayamos, pues a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado»». Después de este razonamiento, en el que no hay el más mínimo atisbo de duda sobre la veracidad de lo que han oído, se «fueron corriendo» (Lc 2, 16). Reaccionaron sin pensarlo dos veces. Tuvieron la misma reacción de María cuando supo que su prima Isabel esperaba un hijo: «se puso en camino de prisa hacia la montaña» (Lc 1, 39). Y es que cuando la fe es auténtica, y la fe de los sencillos lo es, la respuesta a Dios no se hace esperar. Busquemos estos días a Jesús con la prontitud de estos pastores.

Cuando llegaron y vieron al niño «se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2, 20) y «contaron lo que se les había dicho de aquel niño» (Lc 2, 17). Alababan a Dios y hablaban del niño. Y es que sus vidas se había llenado de la alegría del Señor.

Que el Señor nos conceda vivir estos días en la alabanza a Dios y dando un testimonio sencillo de la fe, como lo hicieron aquellos pastores.

Feliz y santa Navidad a todos.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa