UN TIEMPO DE CONVERSIÓN 26-02-2017
El próximo miércoles comenzamos a recorrer el camino cuaresmal que nos llevará a la celebración de la pascua, acompañando al Señor en la entrega de su vida por nosotros y celebrando su victoria sobre el pecado y la muerte. Más que un tiempo de solemnidades y ritos externos, la cuaresma es un momento de gracia y de conversión interior para superar la mediocridad de nuestra vida cristiana, volviendo a Dios de todo corazón y creciendo en la amistad con el Señor.
El beato Pablo VI, en el Credo del Pueblo de Dios afirmó que la Iglesia «no goza de otra vida que la vida de la gracia» (nº 19). Para que esto sea realidad en cada uno de los bautizados, el papa Francisco nos ha recordado, en el mensaje que ha dirigido a la Iglesia para orientar la vivencia de estos días, que «la cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través del ayuno, la oración y la limosna».
En el texto evangélico que se proclamará el miércoles de ceniza, tomado del Sermón de la Montaña (Mt 6, 1-8. 16-18), escucharemos una advertencia: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos» (Mt 6, 1). Si la limosna, la oración y el ayuno quedan en el secreto de nuestra relación con Dios, recibiremos la recompensa del Padre «que ve en lo escondido» (Mt 6, 18). Por ello, si queremos vivir este tiempo con autenticidad cristiana, no olvidemos que lo importante no es lo que hagamos de cara al exterior, sino lo que pueda ocurrir en el interior de cada uno de nosotros: la conversión de nuestra vida, de nuestras actitudes, pensamientos y sentimientos.
La actitud espiritual decisiva que nos llevará a una auténtica conversión es la apertura a la voluntad de Dios, el estar a la escucha de lo que quiera decirnos a cada uno de nosotros en nuestro interior. La exhortación del salmo 94, con el que cada día iniciamos la liturgia de las horas («ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón» [vv. 7-8]) debe abrirnos el oído para descubrir esa voz del Señor con el deseo de conformar nuestra vida según su voluntad.
El papa Francisco, en el mensaje para la cuaresma de este año, comentando la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), nos recuerda que la «voz» del Señor nos llega a través del hermano necesitado y de la Palabra de Dios. También nos enseña este texto evangélico que la codicia, que «es la raíz de todos los males» (1 Tim 6, 10) es lo que nos ciega y nos impide abrir el corazón tanto al hermano (el rico se muestra indiferente frente a la pobreza de Lázaro), como a la Palabra de Dios (los hermanos del rico no se convierten porque no quieren escuchar a los profetas y tampoco lo harían aunque resucitara un muerto).
Este texto evangélico, que el papa Francisco nos propone para nuestro examen de conciencia en esta cuaresma, nos recuerda además el criterio para discernir la autenticidad de nuestra conversión: no abrir el corazón al hermano necesitado es signo de que tampoco escuchamos la palabra de Dios.
Con el deseo de una santa cuaresma, recibid mi bendición.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa