TRANSMITIR EL TESORO DE LA FE (I) 14-09-2014

Después del paréntesis del verano, en el que la vida cotidiana se paraliza, iniciamos un nuevo curso. En las comunidades parroquiales pronto comenzaremos las actividades de la catequesis y de los distintos grupos pastorales. Esta circunstancia puede ser una buena ocasión para que reflexionemos sobre la problemática de la transmisión de la fe en el momento actual.

Al finalizar el año de la fe, que había sido convocado por el papa Benedicto XVI y que concluyó bajo el pontificado del papa Francisco, los obispos de las diócesis con sede en Cataluña, publicamos un pequeño documento que ha pasado desapercibido para los medios de comunicación social. Sin embargo creo que es un texto interesante porque nos puede ayudar a realizar mejor la misión esencial que, como cristianos y como Iglesia, estamos llamados a vivir en las circunstancias actuales.

El silencio de los medios ante este texto es un hecho que nos debe hacer pensar a los cristianos. Cuando la Iglesia o algún obispo se pronuncia sobre cuestiones que muchas veces sólo colateralmente tienen relación con su misión, estas declaraciones suelen tener frecuentemente un gran impacto mediático. Cuando los cristianos nos centramos en lo esencial de lo que debe ser nuestro testimonio y de lo que queremos ofrecer al mundo, casi siempre pasamos desapercibidos. Estamos ante una situación paradójica: lo que para nosotros es más importante es lo que a menudo menos interesa. Y lo más esencial de la misión de la Iglesia es anunciar a Jesucristo para que los hombres lo conozcan y lleguen a creer en Él y a amarle.

Cuando nos disponemos a reanudar las actividades catequéticas, apostólicas y educativas en nuestros colegios y parroquias, no debemos perder de vista la situación cultural y religiosa en la que nos encontramos. Los obispos lo hemos expresado con claridad en el documento al que me he referido: «Hoy la misión evangelizadora no es fácil para la Iglesia. “El tesoro de la fe” (1Tim 6, 14), apreciado y vivido por tantos cristianos de nuestro país, es desconocido o abandonado por otros y, muchas veces, visto con indiferencia y hasta despreciado por algunos» (nº 3). La secularización y la descristianización de amplios sectores de nuestra sociedad han debilitado el sentido religioso de muchas personas.

Esta situación condiciona la vida de la Iglesia no sólo en el ámbito parroquial o educativo, sino también en las familias cristinas, porque es una fuente de perplejidades y sufrimientos: ¿Cuántos padres sufren cuando comprueban que no han logrado transmitir la fe a sus hijos? ¿Cuántos catequistas experimentan que sus esfuerzos no tienen el fruto que ellos desearían? ¿Cuántos educadores viven día a día las dificultades para transmitir a sus alumnos unos valores que les ayuden a edificar su vida? En el nº 4 del documento Transmitir el tesoro de la fe los obispos hemos aludido a estas dificultades: «Padres y madres de familia, educadores y catequistas…, nosotros mismos, no sólo constatamos la dificultad de transmitir la fe, sino que nos preguntamos también qué es lo que no hemos hecho bien».

Ahora bien, la constatación de la situación y de las dificultades, no es para caer en el pesimismo, sino para ser conscientes del mundo en el que nos movemos y afrontar nuestra misión con esperanza y con un ánimo renovado.

Recibid mi saludo y mi bendición.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa