SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ? 15-03-2015

El próximo domingo, después de la solemnidad de San José, celebraremos en nuestra diócesis el día del Seminario. La realidad de nuestro seminario, como la de otras muchas de nuestro entorno, es humilde: este curso han ingresado dos jóvenes, por lo que actualmente son tres los que se están preparando para el sacerdocio. Ante esta realidad, os quiero invitar a que agradezcamos al Señor el testimonio de generosidad de estos jóvenes y a que recéis por ellos, para que sean fieles a la llamada del Señor, superen las dificultades que puedan aparecer en su proceso vocacional y crezca en ellos el deseo de entregar su vida por Él. Gracias a Dios están viviendo con gozo el camino hacia el sacerdocio y esto nos llena a todos de alegría y esperanza: a sus familias, a sus parroquias y a toda la comunidad diocesana.

En mis años de sacerdote y de obispo he tenido la ocasión de hablar con muchos jóvenes que se encontraban en proceso de discernimiento vocacional. Cada vez que alguno de ellos me manifestaba su deseo de ingresar en el seminario, tenía la sensación de que el Señor le estaba haciendo un regalo a la Iglesia. Toda vocación al sacerdocio es siempre, y más en nuestros tiempos, un regalo del Señor a la Iglesia y al mundo. Con humildad pidámosle también que no deje de enviar obreros a su Iglesia.

El lema de este año evoca la figura de Santa Teresa de Jesús. El secreto último de su vida no fue otro que preguntarse constantemente en la oración qué era lo que el Señor le mandaba, y crecer en el deseo de obedecer con generosidad a la voluntad de Dios. Éste es el camino de la santidad y, por tanto, de toda vocación cristiana. Ante este testimonio de vida y de fe, recordamos a todos los jóvenes que también se han hecho esta pregunta ante el Señor, han escuchado su llamada al sacerdocio y se han decidido, con el riesgo que supone para un joven actualmente responder con generosidad al Señor.

La vocación es un don del Señor, pero nosotros tenemos la responsabilidad de crear espacios en los que los jóvenes puedan preguntarse ante el Señor: «Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?». Las familias cristianas deben educar a sus hijos para que descubran que lo más importante es llegar a conocer la voluntad de Dios sobre sus vidas. En las parroquias y movimientos de jóvenes hemos de crear un ambiente de oración y de servicio que despierte en ellos el deseo de entregarse al Señor para servir a los hermanos.

Estimados jóvenes, como obispo vuestro os animo a que no tengáis miedo de plantearos esta pregunta ante el Señor. Si sentís que el Señor os llama, no tengáis miedo ni rechacéis este sentimiento: madurad vuestra decisión en la oración, creced en la amistad con el Señor, pedid consejo a un sacerdote amigo y sed generosos con Dios. En un mundo a veces tan egoista no olvidéis que para un cristiano «hay más alegría en dar que en recibir» (Hech 20, 35).

Que San José, patrono de la Iglesia, interceda por aquellos que han sido llamados al sacerdocio y conceda a los jóvenes cristianos el deseo de estar dispuestos a hacer lo que el Señor les mande.

Con mi bendición y afecto.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa.