SEMANA SANTA 25-03-2018

Con el Domingo de Ramos en la pasión del Señor comenzamos la celebración de la Semana Santa. Durante estos días la religiosidad se percibe de manera especial en las calles de nuestros pueblos y ciudades: los desfiles procesionales o las representaciones de la pasión hacen visible el misterio de la Cruz, y nos invitan a mirar con ojos de fe y de amor a ese Jesús que dio la vida por nosotros. Deseo que mis palabras de esta semana os ayuden a contemplar con mirada creyente al Crucificado. Para ello os invito a caer en la cuenta de dos detalles que encontramos en la narración de la pasión según San Juan, que escucharemos en la celebración litúrgica del Viernes Santo.

El interrogatorio de Pilato a Jesús es de un gran dramatismo, porque revela la contradicción interna que está viviendo el procurador romano. Está seguro de la inocencia de Cristo y quiere convencer a los judíos. Como estos no han entrado en el pretorio para no incurrir en impureza, Pilato está constantemente saliendo para hablar con ellos y entrando para interrogar a Jesús. Sale para convencerlos de la inocencia de Cristo y cada vez entra más presionado para condenarlo.

En la tercera salida saca a Jesús, lo muestra al pueblo y lo presenta con estas palabras: “Ecce homo [He aquí al hombre]” (Jn 19, 15). En la quinta lo vuelve a sacar y dice a los judíos: “Ecce Rex vester [He aquí a vuestro rey]” (Jn 19, 14). Sin saberlo, Pilato les ha indicado la identidad profunda del Señor.

Jesús es el hombre perfecto, y así se nos muestra en la pasión. La perfección de su humanidad se ha manifestado en su manera de vivir y se demuestra en el momento de morir. Pasó por el mundo haciendo el bien; no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida en rescate por muchos; amó a los suyos que estaban en el mundo. La hora de la muerte no le lleva a hundirse, ni a dejar de amar y hacer el bien. Su coherencia llegó hasta el final. En este momento descubrimos lo que es un hombre perfecto, que nos muestra a todos el camino de la verdadera humanidad.

Jesús es el rey. Él mismo lo ha confesado ante Pilato (Jn 18, 37). Pero su reino, a diferencia de los de este mundo, no se sirve de la violencia, sino que se realiza por el testimonio que Él ha dado de la verdad. La verdad se opone a la violencia y Jesús nunca cedió a la tentación de imponer la verdad por la fuerza, sino que se mantuvo fiel hasta la muerte en el testimonio por la verdad. Quien nunca quiso hacer sufrir a nadie por la verdad, por ella aceptó la muerte. Por ello es nuestro rey.

Queda algo que Pilato no dijo, pero que los cristianos tenemos que anunciar estos días: el hombre-rey es también el “ecce Deus”. Estos días anunciamos: “He aquí a Dios”. En el Crucificado descubrimos el verdadero rostro del Dios que es amor, se nos manifiesta que su poder no es fuerza para condenar sino capacidad inmensa de amar. Y esa es la razón más profunda de nuestra fe: creemos en un Dios que nos ha amado mucho más de lo que podemos imaginar y de lo que nos merecemos.

Que vivamos estos días cerca del Señor.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa