SANTOS DEL VERANO (II): SAN IGNACIO DE LOYOLA 13-07-2014
El día 31 de julio celebramos la memoria litúrgica de San Ignacio de Loyola. Nació en 1491 y murió en 1556. Creció en ambientes cortesanos y caballerescos. A los 30 años es herido en Pamplona y vive en la casa paterna de Loyola un periodo de convalecencia que se convierte en un proceso de conversión a Dios. La lectura de la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia y vidas de santos le descubre que su corazón encontraba consuelo y alegría cuando pensaba en el Señor. A partir de este momento comienza una vida nueva: se convierte en un peregrino que pasa por Montserrat, Manresa, Barcelona, Roma, Alcalá, Salamanca, París, etc… En París se unen a él un grupo de universitarios que hacen los ejercicios espirituales dirigidos por el mismo Ignacio, quien comparte con ellos su experiencia espiritual y les infunde el deseo de ponerse a disposición del Vicario de Cristo para ser enviados en misión por todo el mundo. Es el comienzo de la Compañía de Jesús, que tantos frutos apostólicos a dado a la Iglesia.
Su experiencia espiritual está reflejada en el libro de los Ejercicios espirituales. La práctica de los ejercicios espirituales siguiendo el método diseñado y propuesto por san Ignacio de Loyola, ha producido abundantes frutos de santidad en la Iglesia. Muchos cristianos han descubierto la voluntad de Dios sobre sus vidas en unos ejercicios. A otros les han ayudado a reordenar su vida según el Evangelio y a crecer en amistad con el Señor.
Les comento brevemente algunos pensamientos que encontramos en esta obra clásica de la espiritualidad cristiana.
– «El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima» (Ejercicios, nº 2). Este principio lo encontramos en el comienzo de los ejercicios. San Ignacio pretende que el ejercitante se sitúe en la perspectiva correcta de la vida, que no olvide el sentido que tiene su vida. La alabanza, la reverencia y el servicio a Dios son el camino para la salvación, porque hemos sido creados por Dios. En un mundo en el que tantas personas buscan un sentido para su vida, estas palabras de Ignacio de Loyola nos indican la dirección correcta.
– «El amor se debe poner más en las obras que en las palabras» (Ejercicios, nº 230). Este principio sirve tanto para revisar cómo vivimos el amor a Dios como el amor a los hermanos. Es una llamada al realismo de nuestra vida, a pasar de las palabras a los hechos. ¡Cuántas veces los cristianos decimos palabras bonitas, pero que en el fondo pueden ser palabras vacías!
– «Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta» (Ejercicios, nº 234). Esta súplica la dirige a Dios aquel que ha descubierto que el mejor tesoro de su vida es vivir en gracia y amistad con Él. Cuando esto se tiene, aunque no se tengan bienes, aunque se pase por dificultades, etc… el cristiano sentirá una profunda alegría en su corazón. Cuando falta el amor de Dios, aunque se tengan bienes, aunque se alcance todo lo que este mundo propone como alegría y felicidad, faltará lo más importante: esa alegría que nadie ni nada nos podrá quitar, que es la que el Señor prometió a sus discípulos.
¿Por qué no dedicar unos días del verano al encuentro con Dios?
Recibid mi saludo y mi bendición.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de tortosa