SAN JUAN DE LA CRUZ 13-12-2015

Entre los frutos de santidad que la vida consagrada ha dado A la Iglesia presentamos este mes la figura de San Juan de la Cruz, religioso, director espiritual, reformador del Carmelo junto a con Santa Teresa de Jesús, poeta y místico. El Papa Pio XI lo declaró también Doctor de la Iglesia en 1926.

Nació en 1542 en Fontiveros (Ávila). Su niñez fue dura por las dificultades económicas de la familia. Pudo estudiar humanidades en el colegio de los jesuitas de Medina del Campo, donde en 1563 ingresó al convento de los carmelitas. De Medina del Campo pasa en Salamanca, donde estudia filosofía y teología.

En 1567 conoce a Santa Teresa de Jesús. Este encuentro será decisivo en su vida. La Santa Reformadora, que ya tenía el permiso del general de la orden del Carmen para empezar la reforma de los religiosos, consigue que Juan de la Cruz colabore con ella. A los dos los une un mismo deseo de reforma de la orden y un ideal de vida contemplativa y de unión con Dios. Saben que el deseo de santidad es el único camino para una auténtica reforma de la Iglesia. Cualquier otra reforma sería aparente y superficial. La relación con Santa Teresa se intensificó los años que fue confesor del monasterio de la Encarnación de Ávila (1572-1577).

El camino de San Juan de la Cruz no fue fácil: las dificultades de la reforma, los conflictos internos de la orden y otras circunstancias hicieron que, incluso, estuviera durante 9 meses a la cárcel conventual que la orden tenía en Toledo, donde tuvo que sufrir humillaciones y desprecios por parte otros religiosos. Escapó de la prisión y se estableció en Andalucía, donde continuó su obra reformadora. Los últimos años de su vida los pasó dedicado a la contemplación en un pequeño convento de la Peñuela (Jaén), sin tener ningún cargo de gobierno en la orden. Libre de toda ambición murió el 14 de diciembre de 1591, con 49 años de edad.

Los ideales fundamentales de la consagración a Dios se han hecho realidad en San Juan de la Cruz: deseo de una vida evangélica en pobreza, castidad y obediencia, con lo que esto supone de renuncia al mundo; y unión con Dios por la fe, la esperanza y la caridad. En esa unión el hombre alcanza el gozo que no pueden dar las cosas de este mundo.

San Juan de la Cruz nos dejó en sus escritos una enseñanza para poder llegar a esa unión con Dios. Tres imágenes resumen las etapas del camino:

– El monte Carmelo. La unión con Dios es como subir a una montaña, el alma ha de desprenderse del peso de todo aquello que dificulta la ascensión.

– La noche oscura. La unión con Dios exige un proceso de purificación dolorosa, tanto de los sentidos como del alma.

– La unión entre el alma y Cristo que describe en su “Cántico espiritual” y en “Llama de amor viva”. No se trata de una unión afectiva en la que el alma recibe regalos del Señor, como si se tratara de un desposorio entre dos personas, sino de una unión de amor plena parecida a la unión matrimonial.

Que el testimonio de este gran santo nos anime a poner el amor de Dios en el centro de nuestra vida.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa.