REY Y SERVIDOR DE TODO EL MUNDO 20-11-2022

El próximo domingo comenzaremos un Año Litúrgico nuevo con el primero de los cuatro domingos de Adviento que nos llevarán a la Navidad; hoy, último domingo del Año, celebramos la Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey de todo el mundo: es la manera más justa de concluir todo un Año Litúrgico. Porque, ¿cómo resumir en un solo día todo lo que a lo largo del Año hemos celebrado sobre todo los Domingos y Solemnidades? ¿Dónde encontraríamos la síntesis de toda la Historia de la Salvación, proclamada en la Liturgia de la Palabra, que en tres ciclos nos guía hacia su culminación?

La Liturgia, experiencia orante de la Iglesia universal, instituyó la Fiesta de Cristo Rei como resumen perfecto de la fe cristiana. El Prefacio de la Eucaristía de hoy describe maravillosamente las notas de este Reino singular del cual Cristo es el Rey. La formulación real es solo una imagen o símbolo para expresar verdades profundas de la fe cristiana.

Porque, como proclamamos en el Prefacio de la Misa de hoy, el Reino de Dios es un Reino universal y eterno; Reino de verdad y de vida; Reino de santidad y de gracia; Reino de justicia, de amor y de paz.

 Universal porque, a pesar de nacer en un lugar y cultura determinados, va destinado en todo el mundo ultrapasando barreras con la inculturación en todas las culturas de todos los tiempos; eterno porque no solo tiene garantía divina de que perdurará de generación en generación, sino que incluso llegará a la eternidad donde estallará con todo su resplandor; de una verdad no especulativa y puramente teórica sino destinada a la vida de modo que quienes escuchan su Palabra es para vivirla y en la medida en que la viven la van entendiendo mejor; de santidad que es la semblanza creciente con Jesús y de gracia que es el amor gratuito de Dios, actuando en nosotros sobre todo por los sacramentos; de justicia que es el gran Proyecto Salvador del Padre Dios para todos sus hijos, expresado en el ideal de las Bienaventuranzas; de amor que es la nota distintiva de nuestro Dios (1Jn 4,8b) y que Jesús vivió de manera sublime hasta la Cruz porque nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13); y de paz entendida no como simple deseo o sueño sino como verdadero compromiso de los bienaventurados que trabajan por la paz (Mt 5,9).

Cristo es verdadero Rey de misericordia como vemos en el evangelio de hoy. Mientras uno de los malhechores crucificados con él lo insulta diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros, el otro riñe su compañero: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena?; por después reconocer la propia culpa: Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; y confesar la inocencia de Jesús: en cambio, este no ha hecho nada malo; finalmente suplicará: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. La súplica del “buen ladrón” es de gran simplicidad y profunda confianza: se dirige a Jesús, (sin título de Maestro o Señor) y recibe la gran Promesa del Rey y Servidor de todo el mundo: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.

Celebramos la realeza de Jesús que no es de este mundo (Jn 18,36) porque no sigue sus esquemas; pero, como discípulos suyos, seamos con Él constructores de este Reino singular en nuestro mundo y circunstancias, convencidos de que combatirán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes (Ap 17,14).

José-Luis Arin Roig
Vicario General

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