«PEDID AL DUEÑO DE LA MIES QUE MANDE OBREROS A SU MIES» (Mt 9, 38) 07-05-2017

El beato Pablo VI instituyó hace 54 años la jornada mundial de oración por las vocaciones. Quiso que se celebrara cada año el cuarto domingo del tiempo pascual, en el que escuchamos las palabras de Jesús presentándose como el Buen Pastor que conoce a sus ovejas, las ama y da la vida por ellas. Todos somos conscientes de la necesidad que tiene el Pueblo de Dios de pastores según el corazón de Cristo, que le hablen en su nombre, que lo guíen y que lo cuiden, no como asalariados, sino con el mismo amor del Señor. A partir de este año, la jornada por las vocaciones nativas en las iglesias de los territorios de misión se unirá a ésta instituida por Pablo VI.

El Papa Francisco, en el mensaje que ha dirigido a la Iglesia para la jornada de este año, nos recuerda que la motivación que debe haber en quien se siente llamado a seguir al Señor ha de ser «un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad». Una auténtica vocación es la de aquel que no pretende «anunciarse a sí mismo, ni velar por los intereses de un negocio». Tiene su origen en un encuentro con Cristo que le ha transformado el corazón, por lo que «no puede guardar esta experiencia para sí». Quienes han sentido la llamada del Señor a seguirle en la vida consagrada, en el ministerio sacerdotal y el la vocación misionera, han sido llamados «para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 14-15). «La relación con el Señor (afirma el Papa) implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor».

En estos momentos en los que el pesimismo y la desesperanza pueden invadir la vida de la Iglesia, el papa Francisco nos exhorta «a no dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad» ni «ceder al pesimismo que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria». Para el cristiano no hay lugar para el temor: Jesús camina con nosotros y puede transformar nuestros desánimos en esperanza.

Cuando experimentamos dificultades en la evangelización, fácilmente podemos caer en la tentación de no ver los gérmenes de vida cristiana que fructifican entre nosotros. Y es que la semilla del Reino, aunque pequeña, invisible y tal vez insignificante, crece silenciosamente en nuestro mundo gracias a la obra incesante de Dios. A lo mejor no lo percibimos porque queremos ser nosotros quienes determinemos los tiempos y el ritmo de crecimiento del Reino y olvidamos que «la semilla crece sin que el sembrador sepa cómo» (Mc 4, 27), porque lo determinante es la acción de Dios que supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.

Con esta confianza evangélica podemos entender lo que nos dice el Papa en su mensaje: «nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa», especialmente en la adoración eucarística, lugar privilegiado del encuentro con Dios. Mantengamos viva en nuestras parroquias la esperanza de santas vocaciones y animemos a los jóvenes que sienten el deseo de seguir al Señor a discernir con sinceridad su vocación.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa