OS DARÉ PASTORES SEGÚN MI CORAZÓN (Jer 3, 15) 19-02-2017
El papa San Juan Pablo II comenzaba su exhortación apostólica Pastores dabo vobis comentando estas palabras del profeta Jeremías: «Con estas palabras, Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo congreguen y lo guíen». Unas líneas más adelante el papa añadía: «La Iglesia, pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da continuamente gracias al Señor», porque sabe que «sin sacerdotes no podría vivir aquella obediencia fundamental que se sitúa en el centro mismo de su existencia y de su misión en la historia, esto es, la obediencia al mandato… de anunciar el evangelio y de renovar cada día el sacrificio de su cuerpo entregado y de su sangre derramada por la vida del mundo» (PDV nº 1).
Este domingo, en la ordenación sacerdotal de Gerard Reverté, experimentaremos en nuestra diócesis el cumplimiento de esta promesa del Señor, y acogeremos con gozo y gratitud el don de un nuevo sacerdote que quiere entregar su vida al servicio de Dios y de su Pueblo Santo.
Que un joven responda positivamente a la llamada que el Señor le ha dirigido para que le sirva y le siga es un acto de generosidad. El sacerdocio no es actualmente, como lo era en épocas pasadas, una profesión socialmente valorada. No da autoridad ni prestigio en nuestro mundo y se vive desde la humildad y la sencillez. Este hecho, que puede ser una dificultad que explicaría la escasez de seminaristas en este momento, nos ayuda a valorar más el ministerio, porque nos permite entender mejor la única motivación que puede llevar a un joven a entregar su vida al Señor: aceptar el encargo de pastorear a su pueblo es un acto de amor a Cristo. Únicamente el amor al Señor, y no el deseo de poder, de prestigio o de afecto, justifica la entrega de la propia vida.
La ordenación de un nuevo sacerdote es un acontecimiento de esperanza para la diócesis. A pesar de la poca valoración social del ministerio, en el pueblo cristiano hay un deseo de que no falten sacerdotes que anuncien el evangelio, celebren la Eucaristía y cuiden la fe de las comunidades parroquiales. La falta de sacerdotes es vivida como un empobrecimiento de la vida eclesial. Por ello os quiero invitar a vivir este acontecimiento como un momento de gracia y de esperanza. Gerard recibirá el don del sacerdocio, pero no lo recibe para él, sino para el servicio del Pueblo de Dios, para todos nosotros.
Que la ordenación de un nuevo sacerdote sirva también para crear en nuestras familias, comunidades cristianas y grupos juveniles, en la catequesis y en toda la vida eclesial un ambiente de valoración positiva de la vocación al ministerio sacerdotal. Pero no una valoración basada en el deseo de poder o de prestigio, sino en el amor al Señor, en el deseo de servir y de entregar la vida por los demás.
Y si algún joven siente en su interior la llamada del Señor, que no la rechace inmediatamente, sino que profundice en ella orando y pidiendo el consejo a un amigo sacerdote que le pueda ayudar a discernir y que le anime a ser generoso.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa