MARIA INMACULADA y JUAN EL BAUTISTA 11-12-2022

En el camino del Adviento hacia la Navidad tienen un lugar destacado la Inmaculada y Juan el Bautista. María de Nazaret, la Purísima es el contrapunto a la mujer –Eva– que se dejó engañar por el Maligno –la serpiente-. María es también la mujer de la cual ya en el proto-evangelio de los inicios Dios prometió que, en la lucha entre el Creador de toda bondad y el Maligno, al final vencería uno del linaje de la mujer. María es la que dio a Dios un “sí” total, manteniéndolo con plena fidelidad: un “sí” más al proyectista-Dios que no a un proyecto detallado que el ángel de Dios no le explica, mereciendo así ser llamada llena de gracia: llena porque Dios abocó generosamente su gracia y también porque María acogió e hizo fructificar la gracia divina recibida. Ella es la que, en previsión de los méritos de su Hijo Jesucristo fue exenta de toda mácula de pecado original.

Juan el Bautista, hombre enviado por Dios, que venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él (Jn 1,7), estaba en la cárcel: lugar nada extraño por los testigos-mártires de Dios. Estando allí, escucha lo que hacía Cristo y envía sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Quizás al Precursor, habiendo anunciado que el que viene detrás de mí es más fuerte que yo. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (Mt 3,11), ahora le han entrado dudas sobre la autenticidad del estilo mesiánico de Jesús. O quizás Juan solo quiere que sus discípulos vean como los ciegos ven, los cojos andan y los pobres son evangelizados. Sea como fuere, la respuesta de Jesús es modélica: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo. Es la misma consigna que Jesús dio a los primeros que se le acercan preguntando Rabí, ¿dónde vives? ¿Cuál es vuestro estilo de vida?; y Él les dijo: Venid y veréis (Jn 1, 39).

El grito de este 3er domingo de Adviento está claro: Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes. Sed fuertes, ¡no temáis!  Imitad el estilo audaz de Juan el Bautista que no fue caña sacudida por el viento de las modas del momento, ni tampoco un hedonista del placer vestido con lujo y habitando en los palacios. No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista: es cierto. Pero los cristianos no podemos olvidar el honor exigente de nuestro Bautismo, por el cual el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. La Iglesia y el mundo necesitan hoy cristianos firmes que no sean caña sacudida por el viento de aquello que se cotiza como políticamente correcto.

Sin embargo, nos hace falta la paciencia perseverante del labrador que aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía: sazonar la tierra buena que somos cada hijo de Dios es cultivar nuestra identidad bautismal con la oración diaria y la Eucaristía dominical para que nuestro testimonio misionero sea de verdad alentador.

La luz de la “corona de Adviento” crece: que este símbolo litúrgico sea también termómetro del crecimiento de nuestra esperanza navideña.
El desierto de un mundo sin Dios y el yermo de la superficialidad mundana gimen para ponerse ya de fiesta. Pero esta maravilla, que será obra de Dios que trae el desquite, la retribución de Dios que os salvará, reclama la aportación sinodal de sus hijos. Solo entonces por la gracia de Dios y el apoyo de nuestro estilo de vida se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, y retornarán los rescatados del Señor.

José-Luis Arín Roig

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