LAUDATO SI’ (Y VIII) 10-01-2016

Cuando contemplamos los graves problemas relacionados con el cuidado de la creación y la complejidad de las cuestiones que están en juego, podemos sentir la tentación de pensar que nosotros no podemos hacer nada para solucionar esta problemática. Quienes tienen capacidad de decisión en el ámbito de la economía y de la política son los que pueden tomar decisiones que orienten la situación en una nueva dirección. Las pequeñas opciones que nosotros podemos tomar en nuestra vida personal de poco servirán si quienes tienen grandes intereses económicos y políticos no se deciden realmente a cambiar la situación. La tentación del desánimo en estos temas es la más frecuente. El Papa, en cambio, formula una serie de propuestas en el capítulo sexto de la encíclica que, si todos las pusiéramos en práctica, podrían cambiar la situación, porque darían lugar a una nueva mentalidad.

Se trata de caer en la cuenta de que estamos ante un desafío «cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración» (nº 202) y que exige algunas actitudes nuevas. Así, aunque no podamos tomar decisiones importantes en el ámbito de la política o de la economía, podemos apostar por otro estilo de vida, que no esté sujeto a los mecanismos de consumo compulsivo que provoca en nosotros el mercado. Un cambio en los hábitos de vida «podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social» (nº 206).

Dada la capacidad de mentalización que la publicidad ejerce sobre las personas, debemos ser conscientes de que para lograr ese cambio en los hábitos de vida es necesaria una educación ambiental. Ya se han dado pasos en este sentido y los objetivos de esta educación se han ido ampliando: se trata de informar de las consecuencias de ciertos comportamientos; de sentar los principios de una ética ecológica que «ayude a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión» (nº 210); de desarrollar hábitos que sean expresión de un auténtico «compromiso ecológico» y de una «responsabilidad ambiental» (nº 211). Este esfuerzo puede cambiar el mundo, «porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse» (nº 212). Todos los responsables de la educación (familia, escuela, Iglesia y responsables de políticas educativas) están llamados a unir sus esfuerzos en esta causa.

Pero todo esto necesita de un fundamento más profundo. El Papa nos recuerda la necesidad de una «conversión ecológica» que nos ayude a llegar a tener una mirada de la naturaleza desde Dios. En este sentido, la espiritualidad cristiana puede aportar mucho a la renovación de la conciencia de las personas, porque llega a impulsar y motivar la acción personal y comunitaria. El Papa habla de una «espiritualidad ecológica» que nos lleve a «vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios» (nº 217); a tener una sana relación con la creación; a un «modo alternativo de entender la calidad de vida», según el cual «menos es más» (nº 222), es decir, que con menos cantidad de cosas se puede gozar más de ellas y alcanzar una mayor alegría que la que da el consumo desordenado. Ciertamente este estilo de vida caracterizado por la sobriedad y la humildad tienen un carácter profético, pero si los cristianos no somos signos de algo nuevo para nuestro mundo, ¿Qué le aportamos de valioso? La encíclica que hoy terminamos de presentar nos ayuda a tener este espíritu profético. No tengamos miedo de vivirlo.

Con mi bendición y afecto.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa