LAUDATO SI’ (VII) 03-01-2016
En los últimos tres capítulos de la encíclica Laudato si’ el Papa nos ofrece sus propuestas para afrontar la cuestión ecológica. Como ya hemos indicado en comentarios anteriores, no se trata de propuestas de carácter político, sino de naturaleza ética. Decíamos en Vida diocesana del 22 de noviembre de 2015, que el Papa dedica el capítulo cuarto a reflexionar sobre la necesidad de una ecología integral. En el capítulo quinto nos recuerda que la cuestión ecológica solo se puede resolver desde un diálogo sincero y transparente a distintos niveles.
En primer lugar debe establecerse un diálogo sobre el medio ambiente en el ámbito político, tanto a nivel de política internacional como nacional y local. Las consecuencias de un mal uso de los recursos naturales afectan a toda la humanidad, por tanto, los problemas deben resolverse entre todos. Además, dada la interdependencia que hoy se da en nuestro planeta, el ideal de justicia debe buscarse para todos. Unas soluciones para defender los intereses de unos pueblos a costa de otros lo único que provocan son desigualdades y problemas presentes y futuros.
Debe implantarse también un diálogo caracterizado por la claridad y la transparencia en los procesos de elaboración de proyectos industriales y en las decisiones sobre su ejecución. Este diálogo se desarrolla sobre todo en el ámbito del sistema económico y productivo. Hoy no es admisible que las cuestiones referentes al impacto ambiental no se estudien previamente a la aprobación de determinados proyectos. No es éticamente aceptable la persistencia de comportamientos corruptos, que esconden o falsifican el verdadero impacto ambiental de determinados proyectos a cambio de favores o ventajas de carácter político o económico. Para que esto sea posible, hay que conseguir que los estudios sobre el impacto ambiental de los proyectos sean realizados por organismos independientes frente a cualquier presión política o económica.
El Papa recuerda que estos procesos de diálogo en el ámbito de la política y de la economía deben orientarse por el deseo de que todas las personas lleguen a tener unas condiciones dignas de vida. Por ello, a la hora de tomar decisiones no se puede olvidar que «la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia» (nº 189). Hoy, continúa el Papa, «necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana» (nº 189).
Pero la política y la economía no son los únicos actores de este diálogo: la ciencia y las religiones tienen también una palabra que decir a nuestro mundo. Las religiones aportan una reflexión acerca del sentido de las cosas, de su fin, de las motivaciones que justifican su uso, de los principios éticos que nos protegen de un uso abusivo de la creación, que las ciencias positivas no pueden ofrecer por sí mismas. Por ello, el diálogo interreligioso orientado al cuidado de la naturaleza y a la defensa de los pobres es una garantía frente a los abusos que se producen cuando nos situamos ante la creación desde una perspectiva puramente economicista.
Con mi bendición y afecto.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa