Laudato si’ (VI) 22-11-2015
En los últimos tres capítulos de la encíclica Laudato si’ encontramos formulada la propuesta que el Papa ofrece después de haber descrito la situación de nuestro mundo (cap. 1), de haber recordado los elementos fundamentales de la doctrina cristiana de la creación (cap. 2) y de haber dialogado con la cultura moderna, poniendo a la luz algunos de los principios que configuran la mentalidad del hombre de hoy (cap. 3). La propuesta del Papa para afrontar esta problemática tan actual se puede resumir en tres afirmaciones: a) la cuestión ecológica afecta a todas las dimensiones de la vida humana y, por tanto, es necesario formular los principios de una ecología integral; b) la cuestión ecológica sólo puede afrontarse desde el diálogo sincero entre todas las instancias afectadas; y c) para salvaguardar nuestra casa común son necesarios cambios en los hábitos de vida y llegar a tener una mirada contemplativa de la realidad y del mundo. Hoy nos centramos en la cuestión de la ecología integral.
La cuestión ecológica no es únicamente una actitud romántica de respeto a los seres que nos rodean. Se trata de llegar a una relación equilibrada “entre la naturaleza y la sociedad que la habita” (nº 139). En esa relación intervienen factores sociales, económicos, culturales, políticos, etc. Y hemos de pensar que estos factores están relacionados entre ellos: “Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (nº 139). No se puede pretender solucionar alguno de estos problemas olvidando los otros.
Desde este principio fundamental el Papa nos recuerda los elementos a tener en cuenta para afrontar correctamente la cuestión ecológica:
- Una ecología integral exige el respeto al patrimonio cultural de las distintas sociedades que habitan nuestro mundo. Una ecología que no respete estas riquezas no es auténticamente humana.
- Han de favorecerse aquellos comportamientos que disminuyen los efectos deshumanizadores de los ambientes sociales, morales o ecológicamente degradados, que son agresivos para la vida de las personas. Es lo que el Papa llama “ecología de la vida cotidiana”.
- No se debe olvidar que los programas para cuidar nuestra casa común han de inspirarse en el principio del “bien común” que “presupone el respecto a la persona humana en cuanto tal”, que “reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios” entre los que “destaca especialmente la família”, y que “requiere la paz social” (nº 157).
- Hay que tener presente que no hemos de cuidar nuestro mundo pensando únicamente en nosotros. Debemos pensar en el mundo que dejaremos a las generaciones futuras. Esto es un deber de justicia.
Con mi bendición,
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa.