LA INDULGENCIA JUBILAR (y III) 15-05-2016

Cuando el Papa convoca un año jubilar, que es siempre un año de indulgencia, además de invitarnos a celebrar el sacramento de la Penitencia, se nos propone realizar algún gesto para mostrar la sinceridad de nuestro deseo de conversión y de reconciliación con Dios. En este Jubileo el Papa nos invita a entrar por la Puerta de la misericordia, abierta en aquellas iglesias que el obispo de cada diócesis haya determinado, orar por sus intenciones, realizar una gesto de misericordia, etc… ¿Qué sentido tienen estas acciones?         

La Iglesia ha recibido de su Fundador la plenitud de los dones de la salvación y la totalidad de los medios que nos conducen a ella. Entre estos medios, algunos (los sacramentos) han sido instituidos por el Señor. Pero la Iglesia, que es la dispensadora de la gracia, puede determinar y establecer ciertas prácticas que, al aceptarlas en espíritu de humildad y de obediencia y ponerlas por obra, estamos manifestando la sinceridad de nuestro deseo de rehacer la amistad con Dios y nos disponen a recibir su gracia. Cuando, habiendo celebrado el sacramento de la Penitencia, vivimos estas prácticas, estamos manifestando a Dios la verdad de nuestro deseo de reconciliación con Él. Son gestos de amor a Dios. En ese momento, Dios, por medio de la Iglesia, que es la dispensadora de la gracia, borra totalmente las consecuencias del pecado. Así. el pecador puede vivir con la confianza de que el pecado y todas sus secuelas están totalmente superados. Dios, además de perdonarnos, tiene indulgencia. No exige una reparación proporcionada que, por otra parte, es imposible para nosotros.         

El Papa nos indica además que podemos realizar estos gestos y aplicarlos por nuestros hermanos difuntos. ¿Qué sentido tiene esta afirmación? El camino de conversión y de purificación del corazón dura toda la vida, i no podemos tener la seguridad de que al final la vida temporal nuestro corazón esté verdaderamente preparado para el encuentro con Dios. Todos tenemos mucha inmundicia que necesita ser purificada para poder ver a Dios cara a cara.

La doctrina del Purgatorio es expresión de la necesidad que los hombres podemos tener de ser purificados después de la muerte y, de este modo, prepararnos para el encuentro con Dios. Ciertamente, no podemos imaginar cómo puede ser en ese momento la experiencia de la “temporalidad”, pero hay que postular una sucesión en los estados de nuestra alma entre la muerte y el encuentro con Dios.

El “tiempo” que un hermano en la fe ya muerto puede necesitar para ver a Dios “cara a cara” en un encuentro verdaderamente gozoso puede “acortarse” por la oración de unos cristianos por otros, una oración que es eficaz en virtud de la comunión de los santos. De este modo, el corazón, curado de las heridas que el pecado ha provocado en nosotros y que nos impiden gozar plenamente de la presencia de Dios, puede entrar en el gozo de su Señor.

Para expresar esta realidad, en algunos momentos la Iglesia ha empleado el lenguaje de la praxis del sacramento de la Penitencia para manifestar el carácter temporal de este proceso. Se trata, evidentemente, de una imagen que nos aproxima a una realidad que, en cierto modo, permanece en el misterio mientras caminamos en este mundo.

Con mi bendición,

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa