LA IGLESIA, SERVIDORA DE LOS POBRES (III) 07-06-2015

La crisis que estamos viviendo se manifiesta en las distintas pobrezas que encontramos en nuestra sociedad, situaciones que no pueden dejar de interpelar la conciencia de los cristianos y de cualquier persona de buena voluntad. En la instrucción pastoral La Iglesia, servidora de los pobres se mencionan aquellas que resultan más visibles y que constituyen una llamada a crecer en la caridad. Se trata de ciertas situaciones que a nadie le resultan lejanas. Todos conocemos a personas que han pasado o están pasando por ellas.

En primer lugar se describe la situación de muchas familias que han sido golpeadas por la crisis. La falta de empleo que experimentan en alguno de sus miembros; la disminución de la capacidad adquisitiva; el fenómeno del paro juvenil, que obliga a tantos jóvenes a emigrar para encontrar trabajo; las dificultades que tienen los jóvenes para formar una familia debido a las condiciones laborales; las dificultades insalvables que tienen las personas mayores de 50 años para encontrar trabajo; la «feminización de la pobreza», etc… son fenómenos que frecuentemente afectan negativamente a la convivencia familiar y que contribuyen a agravar algunos comportamientos que también ponen en crisis la institución familiar: envejecimiento de la población por la baja natalidad y el incremento del número de abortos, aumento de las rupturas familiares y de las uniones extramatrimoniales, etc…

La crisis ha afectado también a ciertos grupos de la sociedad que en otros tiempos eran fundamentales para la economía: el mundo rural y los hombres y mujeres del mar. Mientras que los gastos de producción se han incrementado, los beneficios han disminuido. Se ha producido una transformación económica que ha provocado la despoblación y el envejecimiento de muchos de nuestros pueblos.

El fenómeno de la emigración ha provocado también situaciones nuevas de pobreza. Nos encontramos ante un nuevo ciclo migratorio. Y este hecho, que en sí mismo ofrece grandes posibilidades a nuestra sociedad, en un primer momento nos plantea una serie de retos. De hecho, frecuentemente vemos que «los inmigrantes son los pobres entre los pobres» (nº 9), los que más sufren los efectos de una crisis que ellos no han provocado. De hecho, en los últimos tiempos, debido a la situación económica que estamos viviendo, hay una tendencia, que se ha extendido tanto entre las autoridades como en amplias capas de nuestra sociedad, a recortarles sus derechos. «Los más pobres entre nosotros son los extranjeros sin papeles, a los que no se les facilitan servicios básicos» (nº 9). Ciertamente, hay que reconocer que la problemática que plantean los fenómenos migratorios es compleja y no tiene fácil solución, pero los cristianos no podemos olvidar que todo ser humano, por el hecho de pertenecer a la familia humana, es titular de aquellos derechos fundamentales para la vida, y sujeto de unos deberes básicos para con la sociedad que le acoge.

¿Nos hemos planteado alguna vez en nuestras parroquias y comunidades cómo estamos reaccionando ante estas pobrezas?

Que el Señor nos conceda su paz.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa.