LA FAMILIA Y LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS 10-04-2016

Si en el escrito de la semana pasada nos referíamos al primero de los derechos humanos, que es el derecho a la vida, hoy nos centramos en un tema que está intrínsecamente vinculado a él: el derecho a una educación digna. Un ejercicio correcto de este derecho implica a todas las instancias sociales, especialmente a la familia, al estado y, para los cristianos y aquellos que lo quieran, también a la Iglesia. Los padres son los primeros que tienen el deber de procurar a sus hijos una educación digna. Junto con este deber, tienen el derecho de elegir para ellos la educación que consideran más adecuada de acuerdo con sus principios morales y religiosos. El estado tiene el deber de garantizar unos mínimos comunes para todos y el derecho que asiste a los padres para elegir libremente la educación que consideren conveniente para sus hijos, y de procurar una educación en aquellos casos en que los padres no cumplan con su deber. En la protección de estos derechos el estado no hace un favor a los padres.

Aunque la educación de los niños y jóvenes es más amplia, no hay duda de que uno de los ámbitos que serán más decisivos para su futuro es el centro educativo. Los padres no pueden olvidar que esta decisión es muy importante para sus hijos y no pueden eludir su responsabilidad en la elección del colegio que consideran más adecuado, según sus convicciones morales y religiosas, y también en el seguimiento del proceso educativo de los hijos. La primera obligación de las autoridades educativas es garantizar el cumplimento de estos derechos.

La Iglesia, que piensa que la apertura a Dios es algo positivo para el ser humano y que ve en Cristo la realización del hombre perfecto y el ideal de la persona humana al que todos deberíamos asemejarnos, siempre ha estado presente en el ámbito de la educación de diversas formas: promoviendo instituciones educativas y haciéndose presente en las estatales, para posibilitar que el derecho de aquellos padres que quieren para sus hijos la enseñanza de la religión se haga realidad.

Durante estas semanas las familias os encontráis en un momento en el que debéis tomar decisiones sobre la educación de vuestros hijos en vistas al próximo curso. Como obispo quiero animar a los padres cristianos a que no olvidéis que las decisiones que toméis deben ser expresión de la coherencia de la fe. Considerad la importancia que la asignatura de religión, que todos los centros educativos tienen obligación de ofertar en los niveles que establece la ley, puede tener para el desarrollo cultural y personal de vuestros hijos. Nuestro universo cultural está determinado por el cristianismo, por lo que un desconocimiento del hecho cristiano conduce a una ignorancia respecto de nuestra cultura. Por otra parte, una persona que no valora la apertura a la trascendencia y, en definitiva, a Dios, es alguien que no desarrolla una de las capacidades que caracterizan al ser humano y lo diferencian de los otros seres.

Para ayudaros en vuestra misión, la Iglesia tiene también una red de escuelas cristianas que pretenden ofrecer una enseñanza de calidad y, al mismo tiempo, coherente con la fe y con aquellos valores y actitudes que pueden ayudar al crecimiento personal en la dimensión moral y religiosa. No desaprovechéis esta oportunidad.

Con mi bendición y afecto.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa