LA EUCARISTÍA DOMINICAL 11-11-2018

Con el comienzo de la catequesis parroquial. la celebración de la Eucaristía dominical en las parroquias se anima con la participación de muchos de los niños y jóvenes que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Muchos de ellos asisten acompañados por sus padres. La meta de la catequesis no consiste únicamente en que aprendan unas verdades, o en que lleguen a tener una idea más o menos aproximada de lo que es el cristianismo, sino en que se inicien y aprendan a vivir como auténticos cristianos, como verdaderos amigos del Señor en el marco de la comunidad cristiana que es la Iglesia. Por ello, nos hemos de alegrar de este hecho que, sin duda, rejuvenece y anima las celebraciones dominicales en nuestras parroquias.

La participación en la Misa dominical es esencial para que la fe se mantenga viva. A muchos les puede parecer una exigencia para creyentes muy comprometidos con la Iglesia. No es así. La Eucaristía es lo más básico para que la fe se mantenga viva. El centro de la vida cristiana está en Cristo, y el primer objetivo de un discípulo del Señor no puede ser otro que crecer en la amistad con Él. Los amigos desean estar más unidos cada día. Nuestra unión con Cristo crece y se fortifica en la escucha de su Palabra y en la participación en el Sacramento en el que Él se hace presente entre nosotros. A partir de la Eucaristía nuestra unión con Cristo se hará más fuerte en la oración, en las obras de caridad, en la vivencia cristiana del trabajo y la familia, en la fidelidad a nuestra vocación, etc… El abandono de la Eucaristía lleva al debilitamiento y a la muerte de la vida cristiana porque, sin darse cuenta, el cristiano se va alejando poco a poco de Cristo.

Los creyentes no vivimos la fe aisladamente, sino en comunidad. Los primeros discípulos no siguieron al Señor porque eran un grupo de amigos, o porque todos pensaban del mismo modo. De hecho, en los evangelios vemos que a veces discutían entre sí o que tenían intereses contrapuestos. Sin embargo, se mantenían en el seguimiento porque Cristo era el vínculo de unión entre ellos. Los cristianos no formamos parte de la Iglesia porque somos un grupo de amigos, porque tenemos los mismos intereses o porque pensamos del mismo modo sobre la realidad política y social que nos rodea. Esos no son nuestros vínculos de unión. Formamos parte de la Iglesia porque, a pesar de nuestras diferencias, todos nos sentimos discípulos de Cristo. Y es nuestra unión con Él lo que hace que las diferencias legítimas no acaben convirtiéndose en divisiones y que la Iglesia llegue a ser una auténtica familia de Dios.         Cuando alguien deja de participar en las celebraciones de su familia, se va distanciando poco a poco de sus familiares y, al final, acaba convirtiéndose en un extraño en su casa. Eso es lo que le ocurre también a un cristiano que abandona la Eucaristía: acaba sintiéndose extraño en la Iglesia.

A las familias que participáis en la eucaristía dominical con vuestros hijos os quiero invitar a que no la convirtáis en una actividad más que termina cuando finaliza el curso catequético. Vividla como una ocasión para reencontraros con el Señor y con su Iglesia.

Con mi bendición y afecto.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa