La despertà de la Inmaculada en Benicarló

Y seguimos con la poesía popular benicarlanda con motivo de la festividad de la Inmaculada que vivimos ya desde más de cien años. Años tras año ya desde antes de la Aurora salimos por las calles benicarlandas cantando y danzando las glorias de María. Y a los gozos de siempre se van añadiendo cantos y cantos nuevos apoyados por una música que está ya anclada en el subcons-ciente del pueblo en cada uno de los benicarlandos. Uno de los asistentes, en conversación con el músico del trombón, le contaba que recuerda esta tradición de su niñez cuando al pasar el grupo bullicioso por su calle de san Francisco se levantaba, subía al terrado y desde allí veía y oía cómo cantaban los loores a la Madre Inmaculada. Y se bajaba y les acompañaba hasta terminar. Este año se han cantado y danzado los siguientes textos que transcribo a continuación:

El básico, el incentivo de la danza que en círculo se expande, se empequeñece y se pausa al ritmo jubiloso de los músicos que se balancea como suave oleaje de mar en cada una de las paradas por la ciudad. El pueblo también tiene su música, sus letras, su corazón, sus tradiciones, su mira-da puesto en el más allá de cada uno. Se teje y desteje cada uno de sus hilos hasta conformar el tapiz de la idiosincrasia secular benicarlanda. Cada año, en momentos puntuales, Benicarló se acicala la cara, adormece sus horas de trabajo y de preocupaciones, de covid, de gripe, de do-lencias y entona festivamente, al ritmo de su danza, esta plegaria festiva y esperanzadora. Tam-bién este año. Y es que el corazón popular también necesita sus expansiones para amortiguar el peso aplastante y sofocante del dolor del día a día.

Son los músicos quienes marcan el compás. La aurora se convierte en Aurora, en la persona de la Virgen María. Ella se engrandece con esas imágenes de textura cósmica tanto del oriente fascinante, como de la noche oscura. Ella es la que, envuelta de tanta belleza natural, de tanto poderío revestido de la bella naturaleza, atrae con sus manos alargadas, ojivales llena de dones. Y otra vez los músicos incitan a ensanchar el círculo, a contraerse después de una pausa expectante. Ella, como buena madre, entrega y asegura la salvación eterna. Y sigue el ritmo trepidante en la danza: que nos vistamos de la hermosa librea del rosario y aclamemos al Papa como rey, como también lo proclamó Jesús ante Pilato en los momentos dolorosos y fatigosos de su Pasión: mi reinado no es de este mundo.

Y cada año, imbuido de esta frescura mariana, se van añadiendo canciones que también tienen su saboreo popular, que causan gozo y alegría a sus participantes mientras se recorren las calles en tránsito para la danza. El bloque de arriba es bailable, mientras este bloque, también con bellas imágenes visionarias, acentúan la hermosura innúmera de la Inmaculada que cantan durante el trayecto, entonando primero este preámbulo. La despertà finaliza con el rezo-canto del Rosario.

Manuel Ferrer