JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES 12-05-2019
El cuarto domingo de Pascua, en el que escuchamos el texto evangélico del Buen Pastor, la Iglesia nos invita a orar por las vocaciones sacerdotales y de especial consagración. Si oramos por esta intención es porque sabemos que toda vocación es un regalo de Dios a la Iglesia. Quienes han sido llamados al sacerdocio o a la vida consagrada han recibido un gran don, pero no para aprovecharse de él en beneficio propio, sino para ponerse al servicio del Pueblo de Dios. Todos somos conscientes de lo importante que es el testimonio de sacerdotes y consagrados que viven su vocación con generosidad y santamente, para la fe de nuestras comunidades. Por eso el papa San Pablo VI instituyó esta jornada que es sobre todo de oración.
El papa Francisco, en el mensaje que ha dirigido a la Iglesia para la jornada de este año, nos invita a reflexionar sobre el texto del evangelio de Marcos en el que se narra la vocación de los primeros discípulos (Mc 1, 16-20). Simón, Andrés, Santiago y Juan eran personas normales: vivían de su trabajo de la pesca y tenían sus alegrías y decepciones. El día que el Señor se acercó a ellos habían pasado la noche pescando y no habían cogido nada. Para alguien que vive de un trabajo que depende de la naturaleza no podía ser un día alegre. En esa situación el Señor pasa por sus vidas y les ofrece algo nuevo: ser pescadores de hombres. Estamos ante una promesa sorprendente, que seguramente ellos no imaginaban ni sabían bien en ese momento en qué consistía. Dejarlo todo por lo que Jesús les proponía, suponía renunciar a lo que les daba seguridad a pesar de los pequeños fracasos como el de esa noche, y embarcarse en una aventura que no sabían muy bien a dónde les conducía. Y de un modo sorprendente aquellos pescadores abandonaron las barcas y se fueron con Él.
La decisión de vivir cristianamente es la primera respuesta a la llamada del Señor, que se acerca a todo hombre desde un respeto escrupuloso a su libertad. Quien se decide a seguirle como discípulo en cualquier estado de vida cristiana, ya está manifestando que para él la existencia no se limita a sobrellevar con resignación las pequeñas dificultades o fracasos que constantemente aparecen en el camino. El Señor no quiere que nos resignemos pensando que, al fin y al cabo, no hay nada por lo que valga la pena comprometerse. La decisión de seguir a Cristo implica mirar la vida como una aventura en la que podemos hacer algo más que preocuparnos egoístamente de nuestras cosas.
Seguir a Cristo desde esta actitud es lo que permite entender la llamada del Señor al sacerdocio y a la vida consagrada. Se trata de una decisión que es una radicalización de la vida cristiana: implica el riesgo de dejarlo todo para seguirle, consagrarse a Él y convertirse en colaboradores de su obra de salvación. Es una opción que en el ambiente que rodea a los jóvenes actualmente, donde se valora el éxito y lo que ofrece resultados inmediatos, es difícil de entender porque implica renunciar a todo esto para fiarse del Señor y de su Palabra. Pero quien se arriesga a vivir esta aventura y lo hace como un amigo de Jesús, descubre que no hay alegría más grande que entregar la vida por Él.
En esta jornada pidamos para que aquellos que sienten la llamada del Señor no tengan miedo a seguirle.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa