JORNADA DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO 17-01-2016
Este domingo celebramos la jornada mundial del emigrante y del refugiado. Como nos recuerda el Papa Francisco en el mensaje que ha dirigido a la Iglesia para esta jornada, en nuestra época “los flujos migratorios están en continuo movimiento en todas las áreas del planeta”. En este momento tenemos la sensación de que las causas que están en el origen de estos movimientos migratorios son cada vez más dramáticas. De hecho, estos últimos meses hemos visto que algunos conflictos bélicos han provocado nuevos dramas a muchas personas y familias, que han tenido que dejar su país y su casa para poder vivir en paz, para poder conservar su fe y para salvar su vida.
La situación de los inmigrantes y refugiados que llegan a nuestras tierras es dramática, no únicamente por las causas que han motivado su venida, sino también porque, como nos ha recordado el Papa en su mensaje, las circunstancias por las que han pasado han agravado su situación: “cada vez con mayor frecuencia las víctimas de la violencia y de la pobreza, abandonando sus tierras de origen, sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor”. Las víctimas de la pobreza y de las guerras son también víctimas de otras personas que no tienen conciencia moral, y que se aprovechan de su situación para los propios intereses.
Hay, además, otro elemento que agrava el drama de estas personas: cuando llegan a nuestras tierras a veces la integración no es fácil. Dice el Papa: “si después sobreviven a los abusos y a las adversidades, deben hacer cuentas con realidades donde se anidan sospechas y temores. Además, no es raro que se encuentren con falta de normas claras y que se puedan poner en práctica, que regulen la acogida y prevean vías de integración a corto y largo plazo”. El encuentro entre las personas es también encuentro entre culturas. Y esto es un proceso que requiere un tiempo. En su mensaje el Papa admite que “la identidad no es una cuestión de importancia secundaría. Quien emigra es obligado a modificar algunos aspectos que definen a la propia persona, e incluso, en contra de su voluntad, obliga al cambio también a quien le acoge”. La gran pregunta que esta situación nos plantea es como tenemos que reaccionar.
El Papa afirma con claridad en su mensaje que “la respuesta del Evangelio es la misericordia”. Quien se deja guiar por el Evangelio pierde los miedos a las personas y a las culturas diferentes y pone en primer lugar el amor al hermano, se pone en su lugar y no olvida que tiene que tratar a los demás como desearía ser tratado si se encontrara en las mismas circunstancias. Esto nos lleva a tener una mirada creyente sobre los inmigrantes, a verlos “como personas que, tuteladas en su dignidad, pueden contribuir al progreso de todos”.
Que esta jornada nos ayude a perder el miedo y a no caer en la tentación de dejar de ayudar a los emigrantes y refugiados por salvar nuestra tranquilidad. Si lo hacemos así viviremos con más autenticidad el Jubileo de la Misericordia.
Con mi bendición,
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa