JORNADA DE LA VIDA CONTEMPLATIVA 27-05-2018

La celebración de la solemnidad de la Santísima Trinidad es la ocasión para que, cada año, recordemos en nuestras comunidades cristianas a los monjes y monjas que viven su seguimiento de Cristo dedicados a la oración y la contemplación. Ellos se acuerdan constantemente de nosotros en la presencia de Dios. Que esta jornada sirva para que en la Iglesia valoremos más su oración y su testimonio, para que agradezcamos a Dios la generosidad de tantas vidas entregadas por la santificación del mundo, y para que oremos por ellos y seamos sensibles a sus necesidades.

La vida contemplativa es una aventura espiritual que, en el fondo, nos descubre el deseo más profundo que hay en el corazón de todo hombre, que no es otro que buscar y encontrar a Dios. La búsqueda de Dios pertenece a la historia del hombre. En este mundo, donde tantas personas ignoran o son insensibles a la presencia de Dios, donde se tiende a alejar a Dios del horizonte del hombre, las vocaciones a la vida contemplativa adquieren un valor testimonial: nos recuerdan a todos el lugar que Dios debe ocupar en la vida de los hombres y del mundo, que no puede ser un lugar periférico, sino que debe estar en el centro. Quienes optan por este camino de seguimiento de Cristo no anteponen nada a su amor. Este es el secreto de la alegría que se percibe en los monasterios, que son también lugares de acogida para quien busca a Dios y las cosas del Espíritu.

En el marco del año jubilar teresiano, el lema escogido para esta jornada es una frase de santa Teresa de Jesús, que resume perfectamente lo que es específico de la contemplación cristiana. La santa abulense recordaba a las religiosas de los monasterios fundados por ella el sentido de su vocación, con estas palabras: “Sólo quiero que le miréis a Él”. Se trata de una mirada de fe y de amor que conduce a una amistad cada día más fuerte con el Señor.

Esta invitación de Teresa de Jesús nos sitúa en el corazón de la espiritualidad cristiana, que es cristocéntrica: mirando a Cristo es como se encuentra a Dios. Quien ha visto al Señor, ha visto al Padre. Y es que la espiritualidad cristiana no es apertura a una trascendencia impersonal, sino al Dios vivo y verdadero, al Padre de nuestro Señor Jesucristo. Tampoco es una espiritualidad desencarnada: la humanidad de Cristo es el camino concreto que nos lleva a Dios. Es importante recordar esto en este momento en el que hay una inflación de espiritualidades que prescinden de Cristo como camino para el encuentro con Dios.

Mirando a Cristo aprendemos también a dirigir una mirada correcta a nuestro mundo, es decir, a mirarlo con ojos de amor. En una sociedad en la que los intereses egoístas pueden cegar el corazón y enturbiar las relaciones entre los seres humanos, la vocación contemplativa no puede ser vista como un desprecio al mundo, sino como la forma más auténtica de amarlo.

Agradezcamos al Señor las gracias que concede al mundo por la oración de los monjes y las monjas. Que su vida y testimonio nos enseñen a todos a descubrir que lo verdaderamente importante no son siempre aquellas cosas a las que tantas veces damos importancia.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa