IGLESIA, ESTADO Y SOCIEDAD 11-09-2016

El 11 de septiembre es un día especialmente significativo para Cataluña, como el 9 de octubre lo es para la Comunidad Valenciana. En estas celebraciones nos afianzamos positivamente en nuestra propia identidad y en nuestras raíces como pueblos que tenemos una historia y una fisonomía propias. La lengua y la cultura que caracterizan a los pueblos que integran nuestra diócesis son un valor que tenemos el derecho y el deber de cuidar y defender. Desde el establecimiento de la democracia hemos de reconocer que se ha avanzado mucho en este sentido. Tal vez algunos piensan que se debería avanzar más y otros, en cambio, se sienten cómodos en la situación actual. No es objeto del magisterio de los obispos juzgar cada una de las leyes o medidas de los gobernantes sobre estos temas. Nuestra misión es recordar el derecho fundamental de cada país a defender eficazmente su lengua y su cultura. Cada cristiano tiene libertad para decidir cómo hacerlo, siempre que se respeten los derechos de todos. También hay que afirmar que quienes han venido desde otros lugares deben valorar positivamente la cultura del pueblo que les acoge.

Estas conmemoraciones se convierten también en una ocasión para reflexionar sobre el modelo de estado, sobre las relaciones entre nuestros pueblos y sobre su inserción en el conjunto del estado español. Ningún marco jurídico es un dogma de fe inmutable por naturaleza. Por ello, sobre la organización política y territorial del estado pueden existir entre los mismos cristianos distintas sensibilidades. Tampoco es objeto del magisterio de los obispos valorar las distintas propuestas. En todo caso, debemos recordar un límite ético: se debe salvaguardar siempre el respeto a los derechos y libertades que todos disfrutamos pacíficamente. No sería legítimo un cambio de ordenamiento jurídico que suponga para algunos una privación de derechos y libertades.

La historia de las naciones es muy rica. En ella todos pueden encontrar algún hecho que justifique la propia opción. Tampoco nos corresponde a los obispos valorar los hechos históricos. Son los historiadores quienes tienen esta misión y han de realizarla con objetividad y, en la medida de lo posible, con el deseo de conocer la verdad, que en el caso de la historia siempre es de una gran complejidad.

Lo que principalmente nos debe inquietar y unir a todos los cristianos, es el esfuerzo por construir una sociedad justa y respetuosa con la dignidad de todo ser humano. Nuestra historia y nuestra cultura han sido impregnadas por la fe cristiana. Ella nos ha dado un sentido de la dignidad del hombre; del valor del matrimonio y de la familia; del carácter sagrado de toda vida humana; de la justicia social; de la verdad como exigencia de la política; etc… Estos valores no son opinables y en ellos no podemos estar desunidos. Nuestra presencia en la vida social, que incluye pero no se reduce a la vida política, debe centrarse en el modelo de sociedad por el que luchamos. Salvaguardado este principio, cada cual puede trabajar por alcanzar aquellos objetivos que considere legítimos para defender los derechos históricos de su patria, desde el diálogo y el respeto a todos.

Con mi bendición y afecto,

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa