Gracias por tu venida, Santísimo Cristo del Mar
Día 6 de octubre de 2023, a las 20h ya estaba el Templo de san Bartolomé repleto de gente. ¡Que viene el Cristo! La santa misa de las 19h. en la capilla ya presentía el lleno total del templo parroquial. Mucha gente, mucha gente esperaba su llegada. Me recordaba los frescos de su ermita donde hay un cura, unas autoridades, mucha gente del pueblo. Lo mismo que ahora, hoy, en esta noche luz. Mucha luz en san Bartolomé, una pantalla gigante de acorde a estos tiempos, bancos reservados también, pero el pueblo era el protagonista. El pueblo es cada uno de quienes estaban en espera de su llegada. Y también eran pueblo los artistas restauradores. Y es que cuando comienzan a hablar enseguida vemos que han sido captados no sólo por el arte, sino por el alma, por el espíritu. Lo esencial del pueblo es tener una misma alma, un mismo espíritu. La imagen hablaba, tallaba los corazones y manos y miradas. Hablaba con esa finura del amor. Removía corazones. Y el vídeo exponente recorría las fechas con la imagen primera de 1650; la del 1940 cuando llegaba la nueva imagen también por mar; la del 3er centenario de 1950 en cuya celebración participábamos muchos de los que hoy estamos aquí. Y muchos de los que habían participado en la construcción del templo, que habían trabajado a la fatiga. Muchos, muchos, y esta es la característica del pueblo enamorado del Cristo. Anónimamente trabajan alegres y convencidos para su Cristo. Y siguen las fechas emblemáticas: la del 1990 con el 50 aniversario de la nueva imagen aquí – 2023- restaurada espléndidamente; la de 1924 con el 50 aniversario de la ermita nueva que sustituyó a la antigua en ruinas a la vera de la mar; y finalizaba este recorrido vigoroso y emocionante, con las fotografías de las libres esclavas. ¡Las encargadas de su ermita! Como juglar del pueblo no quiero nombrar a nadie, más que al pueblo en su espíritu. El pueblo realizando al Cristo año tras año, al Cristo modelando a su pueblo siempre por siempre. Los detalles y nombres ya aparecerán en una nueva publicación.
La imagen sufrió la destrucción total en la guerra civil. Y de nuevo surge la nueva con unos dedos salvados de la destruida. Y rápidamente, en esta sesión de bienvenida, volaban frases como: esta imagen, la de hoy, la restaurada, vale más que 1000 palabras. Admiración, piedad, asombro se palpaba en los re-creadores de la imagen. Sí, admirados por la belleza y composición, colorido, majestuosidad, pero aliviada, alada, renovada y sostenida por el espíritu, el alma del Dios encarnado. Hay un algo divino que cautivó a los artistas cuando limpiaban, cuando vieron la oscuridad de la imagen gastada por el tiempo y por los besos. Y su corazón volvía a latir cuando iban descubriendo el original pan de oro. Y lo estudiaban con la reproducción 3D, consolidaban la madera, solucionaban las grietas con injertos de madera y cristal, usaban el estucado donde fallaba la imprimación y volvía a descubrir el dorado con láminas de pan de oro. Sí, los artistas restauradores disfrutaban como un Miguel Ángel cuando pintaba, recreaba el momento culminante de la creación del hombre en la Capilla Sixtina y la imagen de la Piedad. Un arte que recobraba vida, alma, ilusión, fuerza, vitalidad. Se veía brotar, rebrotar la deseada imagen nueva, aplicando las múltiples capas de pintura. Y a quien el viento y el mar obedecen, se plasmaba vigoroso para volver muy pronto a estar con su gente.
Una imagen que ha cautivado, lo ha vuelto a hacer a todo aquel que se le acerca. Es una enseña del pueblo benicarlando. Esa escultura de madera de pino, esa imprimación, esa policromía, esa anatomía perfecta, ese color conseguido a base de capas, ese descubrimiento de la marca del taller y del escultor…. Entusiasmaban a los artistas que no se cansaban de anunciarlas con respeto y alegría cada vez que aparecían. Cada descubrimiento era como un hontanar de aguas vivas y frescas. Y es que se consideraban como médicos que iban sanando al paso que aparecían las heridas de la imagen. Y la alegría brotaba porque sí. Se encontraban ante una imagen prodigiosa. Y aumentaba el cariño y la piedad. Y a más descubrimientos y sanación de la imagen se aumentaba la devoción pegada a la admiración artística. Ya en el taller todos le iban pidiendo cosas al Cristo. Y hoy, en esta sesión de presentación de la imagen del santo Cristo del Mar repetían sin cansarse, llenas de admiración, que estaban contentas, muy contentas, porque comprendemos y nos unimos a vosotros al mirar de nuevo la imagen restaurada. Esta noche se nos ha confirmado que a vosotros os importa mucho, porque estáis aquí. Se estaba agrandando el alma popular. Gran devoción, gran escultura, cuya medida es 1,80ms., la que tenía Jesús viviente tal como hemos comprobado en los estudios de la Sábana Santa. Ahora, con esos descubrimientos sanados, la imagen se ve más real que antes donde el color se había perdido todo en los pies y piernas debido a que tantas veces pasaban los labios y manos por la imagen. Por eso hoy he querido destacar cómo es el alma de un pueblo que ha ido creciendo en cada uno de sus habitantes como en cada uno de quienes han intervenido en el taller. Se palpaba la satisfacción de los asistentes al salir del templo.
Y en las últimas palabras de la sesión se comprendía por qué nos faltaba algo cuando ha estado en el taller. Nosotros lo sentíamos, pero los artistas también lo van a sentir como algo que les falta cuando abandonen Benicarló. Seguro que más de una vez se pasarán por acá y se les aumentará su devoción a medida que la contemplen en los rostros y corazones de los benicarlandos. Una imagen que paraba, acrecentaba sus latidos del corazón cuando iban descubriendo nuevas dolencias sanadas durante su trabajo. ¡Vamos, que ya lo estamos dejando tal cual era en su origen! Y se ha hecho clarividente que la señal del cristiano, la de Cristo, es la cruz que nos interpela amorosamente: ¡Mira qué he hecho por ti! ¿Y tú? ¡No te estimo de broma, intelectualmente, artificialmente, sino a lo ancho y largo del Mediterráneo, cabalmente, porque me importas tú, que has salido de mi corazón!
Esa imagen tiene en sí el alma y corazón del pueblo. Interpela, espera una caricia tuya, una determinación determinada de acunarlo, acogerla, sentirla, vivirla. Y es que Jesús murió, cierto, pero resucitó y está ahora con nosotros. Donde está Él, reina la alegría. El dolor se convierte en fuerza para estimarle más y mejor. Cada sufrimiento, cada pega fastidiosa, se convierte en un estímulo para fundirse y morar en la cueva de su horado abierto con la lanza. Él quiere regalarnos su vida, su corazón. ¡Qué bien se está junto a Él!
La sesión se cerró con la oración y con el himno. Sigue el pueblo vibrando, hoy, ante el Cristo crucificado y diciéndole: Sé que me amas tal cual soy, pero que me sueñas mejor de lo que soy. Y sigue el pueblo contándole: No sé, Señor, si hoy estás satisfecho de mí, pero, mirando tu amor, hecho transparente en nuestro Santísimo Cristo del Mar, quiero decirte que yo estoy muy contento de ti.
Gracias, pueblo laborioso y trabajador, porque has dado las gracias al Señor por su visita y porque has recreado, con tu fuerza e ilusión y sencillez, un ambiente cálido donde reine el amor. Cristo de la Mar, eres nuestro tesoro.
Manuel Ferrer