ESTUVE EN LA CÁRCEL Y VINISTEIS A VERME 06-05-2018

La carta misericordia et misera del papa Francisco nos tiene que llevar a pensar que la práctica de las obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales, no es una exigencia que atañe únicamente al cristiano individualmente considerado, sino que debe inspirar la vida de toda la Iglesia. Dentro de ella, cada diócesis está llamada a ser un signo visible del amor de Dios a todo ser humano. En la medida en que una iglesia particular tenga estructuras organizadas para cumplir esta misión, está siendo fiel al encargo recibido de Cristo.

Esta semana quiero daros a conocer una dimensión de la vida de la diócesis que, aunque por su propia naturaleza tiene un carácter discreto, conviene que todos valoremos: la pastoral penitenciaria. En el territorio diocesano no hay ningún centro penitenciario, pero dos equipos de voluntarios participan en las actividades pastorales que se organizan en los de Tarragona y Albocàsser. Alrededor de 30 personas (sacerdotes, diáconos, religiosas y seglares) colaboran en este Servicio desde hace casi 30 años.

El testimonio de estos voluntarios es, para los internos que libremente asisten a las actividades que se organizan, mucho más importante de lo que a primera vista pudiera parecer. Los miembros de estos equipos se preocupan de acompañarlos personalmente para paliar, en la medida de lo posible, la gran soledad que sufren. Además hacen de puente entre los reclusos y la sociedad y, en muchas ocasiones, también entre ellos y sus familias.

Sin embargo, el objetivo más importante de la pastoral penitenciaria es que el preso no olvide que, sea cual sea su situación, es alguien amado por Dios. Los voluntarios se encuentran frecuentemente con personas interiormente rotas que, en muchos casos, piensan que nadie les quiere, lo que les lleva a sentirse rechazados por todos. Estamos ante hombres y mujeres que viven en la máxima pobreza que podamos imaginar: la de quien piensa que no tiene a nadie que le ame. Son los que más necesitan que se les anuncie y se les recuerde que Dios no ha dejado de amarlos.

En esta actividad pastoral se privilegia el método de la relación personal, de modo que se sientan escuchados y comprendidos y no pierdan la conciencia de su dignidad humana, porque un preso, sea cual sea su pasado, no ha dejado de ser persona.

En este sexto Domingo del tiempo pascual, en el que celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte, el pecado y todo el mal de nuestro mundo, os invito a que en las celebraciones de la Eucaristía, en el momento de la oración de los fieles, oremos por los voluntarios de la pastoral penitenciaria en nuestra diócesis, para que su testimonio sea un signo de la libertad definitiva que Cristo nos ha alcanzado por su resurrección de entre los muertos y para que este testimonio transmita esperanza a los presos y a sus familias.

Con mi bendición y afecto.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa