EL GOZO DEL EVANGELIO (IV): EL EVANGELIZADOR 06-04-2014

La semana pasada nos referíamos al retrato que el Papa Francisco diseña del evangelizador que necesita el mundo actual. Se trata de actitudes que no sólo deben vivir un grupo de personas selectas en la Iglesia, sino que a todos nos deben hacer pensar, porque el compromiso de la evangelización lo debemos asumir todos los cristianos.

En el último capítulo de la exhortación Evangelii Gaudium el Papa nos recuerda que la evangelización producirá frutos si hay «evangelizadores con espíritu». En este capítulo el Santo Padre nos ofrece unas reflexiones muy interesantes sobre la espiritualidad que debe sostener el compromiso de todo cristiano en el anuncio del Evangelio.

«Evangelizadores con espíritu» no son aquellos que viven con optimismo por sus propias cualidades humanas, o aquellos que tienen unas aptitudes de liderazgo que les permiten reunir seguidores para causas que muchas veces, en el fondo, son suyas. Es auténtico evangelizador aquel que se abre sin miedo a la acción del Espíritu Santo, sale de sí mismo y anuncia las grandezas de Dios y no se anuncia él mismo.

Un evangelizador que actúa guiado por el Espíritu Santo se distingue en el modo como vive su anuncio del Evangelio: nunca como una carga u obligación que se le impone desde fuera y que soporta o tolera como algo que va contra los propios gustos o inclinaciones, sino que la vivirá con fervor, alegría, generosidad, audacia y amor al Evangelio y a nuestro mundo, a quien va dirigida la Buena Noticia del Evangelio. Cuando un cristiano tiene este espíritu evangelizador es signo de que se deja conducir por el Espíritu Santo, que es «el alma de la Iglesia evangelizadora» (nº 261).

Para ser dócil a la acción del Espíritu Santo, el evangelizador no sólo debe trabajar, sino que ha de ser también una persona que abra su corazón a Dios en la oración: Evangelizadores con espíritu son aquellos que «oran y trabajan» (nº 262). Para la evangelización no bastan propuestas místicas que no estén acompañadas por un compromiso social o misionero, ni programas sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme los corazones. Cuando faltan los espacios de plegaria y de escucha de la Palabra de Dios, perdemos el sentido de nuestra acción y el cansancio nos debilita y nos domina.

El cristiano que se deja conducir por el Espíritu Santo no tiene miedo a las dificultades, ni piensa que las contrariedades del momento presente son mayores que las de tiempos pasados. Cada tiempo tiene sus problemas y el testimonio de los santos de todos los tiempos nos ayuda a afrontar con esperanza los retos de cada momento histórico.

Para poder vivir en este espíritu que exige la nueva evangelización nos tenemos que encontrar con el Señor, abrirnos a su amor. Entonces sentiremos el deseo de comunicarlo y darlo a conocer.

Que el Señor nos haga testigos de su amor.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa