EL GOZO DEL EVANGELIO (II) 23-02-2014

«Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn 3, 17). La actitud de Jesús hacia todos los hombres y hacia nuestro mundo es manifestación de ese deseo de salvación. En algunos momentos el Señor emplea un lenguaje duro hacia aquellos que se resisten a la conversión, pero no podemos olvidar que las primeras palabras del Señor son siempre de gracia y nunca de amenaza y que, cuando el Señor usa un lenguaje que puede atemorizar, lo hace movido por el deseo de salvación y nunca porque se alegre del mal de nadie.

Los discípulos son enviados por Cristo al mundo, del mismo modo que Él había sido enviado por el Padre (Jn 17, 18; 20, 21). Las actitudes de Cristo deben inspirar nuestro modo de anunciar el Evangelio y nuestra relación con el mundo al que somos enviados.

En cierta ocasión, durante una reunión en el marco de una visita pastoral a una parroquia, me preguntaron qué podíamos hacer los cristianos para acercarnos y evangelizar a las personas más alejadas de la Iglesia. Respondí que yo no he inventado una metodología que consiga resultados espectaculares en esta cuestión, pero que me parecía que lo primero que tenemos que hacer los cristianos si queremos acercar el Evangelio a aquellos que se encuentran lejos de la Iglesia es no condenarlos por el simple hecho de estar lejos, porque si los condenamos previamente nos incapacitamos para acercarnos a ellos y ofrecerles el Evangelio como palabra de salvación. Evidentemente, esto no significa que tengamos que considerar que todo lo que hay en nuestro mundo es bueno. El Evangelio es también palabra de juicio para todos nosotros y para nuestro mundo.

En la exhortación Evangelii gaudium el Papa nos invita a revisar algunas de nuestras actitudes en relación con nuestro mundo. El Papa nos previene ante cuatro tentaciones en las que fácilmente podemos caer los cristianos:

a) Tristeza. En el nº 1 de la exhortación nos invita a preguntarnos si en nuestro trabajo pastoral irradiamos alegría o lo hacemos como personas que viven en la tristeza.

b) Autoritarismo. En el nº 14 el Papa nos cuestiona si al anunciar el Evangelio lo hacemos como aquellos que quieren imponer una obligación a los demás o deseando compartir una alegría.

c) Pesimismo. En el nº 84 nos previene frente a la tentación del pesimismo: pensamos que lo que hacemos no sirve para nada porque nuestro mundo está muy mal y nos excusamos en sus males para justificar nuestra poca entrega.

d) Juicio. En el nº 271 el Papa nos invita a dar razón de nuestra esperanza y a hacerlo, no como enemigos que señalan y condenan, sino con dulzura y respeto.

Si evitamos estas tentaciones seremos auténticos testigos de Cristo, que ha venido a salvar y no a condenar.

Que el Señor nos bendiga a todos.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa