EL GOZO DEL EVANGELIO (I) 16-02-2014

En su exhortación apostólica Evangelii gaudium el Papa Francisco nos ha ofrecido una «invitación a una nueva etapa evangelizadora», invitación que el Papa espera que «sea acogida por toda la comunidad eclesial» (nº 287).

Como invitación a una nueva etapa evangelizadora, la exhortación es más que un plan de pastoral. No sólo nos dice lo que hemos de hacer o lo que hemos de decir, sino que nos recuerda que el fruto de la evangelización tiene que ver también con las actitudes del evangelizador. En la Iglesia, quienes estamos comprometidos en la tarea de la evangelización, no sólo hemos de programar lo que tenemos que hacer, sino que debemos pararnos a pensar «cómo» lo vamos a hacer. Por ello, la exhortación no es únicamente una invitación a revisar las actividades pastorales, sino que en ella encontramos también una guía para que podamos hacer un examen de conciencia de nuestras actitudes como sujetos y agentes de la evangelización. Todos estamos llamados a esta revisión de actitudes: los obispos, sacerdotes, religiosos y consagrados, y laicos.

La exhortación es también una invitación a una reforma de la Iglesia. Ya el Concilio Vaticano II nos recordaba que «la Iglesia es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación» (LG 8). Todos somos conscientes de que la evangelización es más eficaz cuando la Iglesia se presenta al mundo con un rostro más auténticamente evangélico. En el nº 26 de la exhortación el Papa nos recuerda que la exigencia de renovación y de conversión «no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera». Toda reforma de la Iglesia tiene como meta vivir en una mayor fidelidad a Cristo, de modo que en el conjunto de la Iglesia resplandezca con claridad ante el mundo el rostro de Jesucristo.

La exhortación es una llamada a no tener miedo a nuestro mundo. Ante las dificultades que estamos viviendo en la evangelización en el momento actual, fácilmente podemos caer en la tentación de replegarnos en nosotros mismos, de preocuparnos de conservar nuestras estructuras y olvidarnos de los demás, de condenar a un mundo que cada vez se aleja más del evangelio o de vivir al ritmo que nos marca nuestro mundo perdiendo, de este modo, la capacidad de tomar la iniciativa ante nuestra sociedad. Una Iglesia que se preocupa únicamente de la «autopreservación» pierde el dinamismo evangelizador.

En la exhortación el Papa reflexiona también sobre algunas cuestiones pastorales concretas que son de gran importancia en el anuncio del Evangelio: nos invita a revitalizar la vida de nuestras parroquias para que se viva en ellas un espíritu auténticamente evangelizador (nº 28), a ser una iglesia de puertas abiertas (nº 47), a revisar la catequesis (nº 70), a cuidar la religiosidad popular (nº 90), a alimentar nuestra vida cristiana con la Sagrada Escritura (nº 174), etc…

En sucesivas glosas dominicales comentaré algunos aspectos concretos de la exhortación. Deseo que esta primera reflexión os despierte el interés por su lectura.

Recibid mi saludo y mi bendición.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa