CRISTO VIVE (III) 19-05-2019

En la exhortación Cristo vive el papa Francisco nos invita a acercarnos a los jóvenes con una mirada positiva, intentando buscar caminos para que abran su corazón a la palabra del Evangelio y, de este modo, se acerquen al Señor. Esta debe ser la actitud pastoral fundamental. Acercarse a ellos haciendo “un listado de calamidades, de defectos de la juventud actual”, lo único que provoca es “más y más distancia, menos cercanía, menos ayuda mutua” (66). Quien ha sido llamado a ser “padre, pastor o guía de los jóvenes”, ha de fijarse en “la pequeña llama que continúa ardiendo, la caña que parece quebrarse”; ha de tener la capacidad “de encontrar caminos donde otros ven solo murallas”, “de reconocer posibilidades donde otros ven solo peligros”. Esta ha de ser la mirada del pastor, porque “así es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y alimentar las semillas de bien sembradas en los corazones de los jóvenes” (67).

Esta semilla de bien frecuentemente es ahogada por el contexto en el que muchos viven: situaciones de guerra y de violencia en sus múltiples manifestaciones, que les lleva a crecer en un ambiente que les aboca a vivir cometiendo delitos e incluso, como el caso de los niños soldados, dedicándose a la guerra; persecuciones por causa de la fe; abusos y adicciones; ideologización interesada por parte de los poderosos. Quienes vivimos en sociedades con un nivel de bienestar alto corremos el peligro de volvernos insensibles al sufrimiento de tantos jóvenes que no han tenido posibilidades de un crecimiento personal auténticamente humano.

No podemos ignorar que esta sociedad de la opulencia también puede dañarlos, porque propone unos ideales y provoca en ellos unos deseos de cosas que parecen dar la felicidad y que frecuentemente acaban generando frustraciones: se valora la imagen y la apariencia juvenil; el cuerpo es usado como instrumento al servicio de la publicidad; se quieren hacer desaparecer los signos del paso del tiempo. Es la absolutización de la apariencia, que es más valorada que la persona. Esto, unido a una vivencia de la sexualidad que no conduce a un sano crecimiento en las relaciones afectivas y que confunde los propios deseos con unos supuestos derechos, lleva a que muchos jóvenes “terminen convertidos en material descartable” (78).

Entre las situaciones que viven los jóvenes en el momento actual, el Papa nos pide que no olvidemos tres que están presentes en este mundo caracterizado por la globalización y que influyen decisivamente en su modo de actuar y en su cultura: no podemos ignorar el ambiente digital que caracteriza el mundo contemporáneo, que ha dado lugar a nuevas formas de relacionarse. Es un fenómeno que presenta grandes posibilidades (de encuentro y de acceso a la información), y que tiene límites y carencias. En segundo lugar no podemos ignorar a los migrantes (experimentamos este hecho ya en nuestra vida cotidiana): debemos aprovechar las posibilidades de enriquecimiento que conlleva el encuentro entre jóvenes de procedencias culturales distintas. Finalmente, si queremos ofrecerles un ambiente de crecimiento sano, debemos comprometernos todos en poner fin a cualquier tipo de abusos, en cualquier ámbito donde se desarrolla su vida.

Con mi bendición y afecto.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa