CORPUS CHRISTI 22-06-2014
Celebramos este domingo una de las solemnidades del Señor que más arraigo tiene en el pueblo cristiano: la del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. En muchos de nuestros pueblos y ciudades esta fiesta se ha ido enriqueciendo a lo largo de los siglos con costumbres y tradiciones que la convierten en una celebración singular. También encontramos grandes obras de arte destinadas a contener el sacramento eucarístico y a llevarlo en la procesión que es, sin duda, el elemento más característico de esta celebración. A través de todas estas tradiciones y obras de arte los creyentes han querido expresar la grandeza de este sacramento y comunicar a todos la importancia del mismo para la vida de la Iglesia.
Uno de los rasgos de la doctrina del Concilio Vaticano II es que quiso mostrar la naturaleza eucarística de la Iglesia. La eclesiología del Vaticano II es, sin ninguna duda, una eclesiología eucarística y la vida de la Iglesia, en sus aspectos esenciales, no se entiende más que a partir de la celebración de la Eucaristía. El Concilio enseña que “en la Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: Cristo, nuestra Pascua» (PO 5); que «de la Eucaristía mana hacia nosotros, como de una fuente, la gracia» (SC 10); que la Iglesia «vive y crece» a partir del misterio eucarístico (LG 26).
En estas expresiones del Vaticano II se deja ver que para los padres conciliares la Eucaristía no es un elemento secundario en la vida de la Iglesia. Lo más valioso en la vida de la Iglesia es lo que ella recibe de la Eucaristía: la vida de la gracia. Lo mejor que ella puede ofrecer al mundo es a Cristo, a quien los cristianos aprendemos a conocer y amar en la Eucaristía. La genuina vida de la Iglesia tiene su origen en este sacramento. Todas las tradiciones con las que se ha enriquecido la celebración del Corpus Christi en nuestros pueblos y ciudades únicamente han querido manifestar y expresar la importancia de este sacramento para la fe cristiana.
A pesar de la claridad de esta doctrina, tenemos la impresión de que actualmente estamos viviendo en amplios sectores de la Iglesia una especie de desafección hacia la Eucaristía. Muchos cristianos no la consideran de hecho como algo esencial, ni para su vida personal ni para la vida eclesial. Se ha producido un alejamiento de la Eucaristía en muchos cristianos. Incluso muchos de los niños que acceden por primera vez a la mesa eucarística se alejan muy pronto de ella.
Este fenómeno tiene consecuencias importantes para la vida cristiana: quien abandona la celebración de la Eucaristía, poco a poco, casi sin darse cuenta, se va alejando en su corazón del Señor. La amistad con Cristo se va enfriando y Jesús acaba convirtiéndose en un personaje lejano, insignificante para nuestra vida. Quien no se reúne con los cristianos para escuchar la palabra de Dios y participar de la Eucaristía acaba separándose de la Iglesia. El abandono de la Eucaristía lleva a la pérdida de la propia identidad cristiana.
Pidamos al Señor que la celebración de esta fiesta ayude a todos los cristianos a descubrir que únicamente unidos a Cristo podemos producir frutos de vida cristiana.
Que el Señor os bendiga.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa