CERCA DE DIOS Y DE LOS HERMANOS 12-03-2017

Alrededor del 19 de marzo, fiesta de San José, se celebra en nuestras diócesis el día del seminario. Os tengo que confesar que el seminario es la preocupación fundamental que tengo como obispo de la diócesis y que, además, es compartida por todos los obispos. La celebración de esta jornada debe ser una ocasión para cumplir el mandato del Señor de pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies (Mt 9, 37); para orar por los seminaristas de nuestra diócesis, pidiendo al Señor que les infunda el deseo de una verdadera santidad y les conceda el don de perseverar en la vocación; y para colaborar con la Iglesia diocesana en las necesidades de la formación de aquellos que se preparan para el sacerdocio. Necesitamos sacerdotes que estén bien preparados para responder adecuadamente a los retos y dificultades que nuestro mundo plantea a la evangelización.

San Juan María Vianney decía que el regalo más grande que Dios puede hacerle a una parroquia es un buen sacerdote. Estoy convencido que todos compartimos este pensamiento. En estos momentos en los que la presencia del párroco viviendo en el pueblo se está convirtiendo en una situación excepcional en las comunidades pequeñas, siento que esto es vivido por todos como un empobrecimiento, porque la presencia de un sacerdote que vive con humildad y alegría su vocación en un pueblo, es percibida como algo que hace bien no solo a los cristianos que participan habitualmente en la vida de la Iglesia, sino a todos. En estos momentos, caracterizados por la escasez de seminaristas, os pido que mantengáis vivo el deseo del sacerdote que, con su presencia y su cercanía, cuide la fe de las comunidades y sea un auténtico testigo del Evangelio.

El lema de la celebración de este año (Cerca de Dios y de los hermanos) nos lleva a pensar en aquello que es esencial en el ministerio de un presbítero. Si queremos saber qué es lo decisivo en una vida sacerdotal hemos de dirigir nuestra mirada a Jesús, principio y modelo de todo sacerdote. El autor de la carta a los Hebreos lo presenta como un sacerdote cercano a Dios, porque es «santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo» (Heb 7, 26). También se dice que es al mismo tiempo un sacerdote que se parece en todo a sus «hermanos» los hombres (Heb 2, 14. 17) y, por ello, puede ser misericordioso con ellos (Heb 2, 17). En Cristo nunca se vive una contraposición entre la cercanía a Dios y a la humanidad. Al contrario, porque fue fiel al Padre llegó a ser sumo sacerdote compasivo y misericordioso.

Los cristianos que tienen un sentido de fe es esto mismo lo que quieren ver en un sacerdote: que sea una persona cercana a Dios por su vida de oración y la celebración de los sacramentos, porque saben que los acercará a Dios. Tienen la seguridad, además, de que si esta cercanía es real y no ficticia, estará cerca de ellos en el dolor y el sufrimiento y mostrará el corazón misericordioso de Dios en los momentos de debilidad, por lo que no tendrán miedo de acercarse a él.

Pidamos al Señor que nos dé sacerdotes según su corazón.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa