Beato Francisco Palau y Quer 15-11-2015

En el marco de la celebración del año de la vida consagrada presentamos este mes la figura del beato Francisco Palau y Quer, fundador de dos congregaciones religiosas: las Carmelitas Misioneras Teresianas, que en nuestra diócesis dirigen un colegio en Amposta y otro en San Carlos de la Rápita; y las Carmelitas Misioneras, que, hasta hace unos meses, también colaboraban pastoralmente en la parroquia de la Virgen del Rosario de Tortosa.

El Padre Palau nació en Aitona en 1811, en el seno de una familia cristiana. Ingresó en el seminario de Lérida en 1825. En 1830, llevado por el deseo de una vida dedicada a la contemplación, deja el seminario e ingresa en el Carmelo. Mantuvo siempre su vocación, a pesar de las dificultades, adversidades, revoluciones y exilios que sufrió. En efecto, durante la revolución de 1835, a consecuencia de la persecución religiosa, tuvo que abandonar el convento de Barcelona donde hacía el noviciado. Nunca más pudo volver a la vida comunitaria en su orden. Ahora bien, el amor y la fidelidad a su vocación de carmelita se mantuvieron inalterables. Con el permiso de su provincial fue ordenado sacerdote en 1836 por el obispo de Barbastro, y durante un tiempo pudo ejercer el ministerio en su pueblo. En 1837 fue acusado de desafección a las autoridades y le prohibieron confesar y predicar. No pudo soportar esta inactividad pastoral y pasó a territorio dominado por los carlistas para poder predicar con libertad.

En 1840, cuando Berga cae en manos de los liberales, el Padre Palau se exilió a Francia, donde vivió hasta el año 1846. Fue un tiempo de vida eremítica y de fecundidad espiritual. De hecho, siempre mantuvo el ideal de vida contemplativa, que pudo hacer realidad especialmente en las épocas de exilio: Francia (1840-1846 y 1847-1851), y los años en los que fue desterrado a Ibiza (1854-1860). Lo que más sorprende de esta agitada vida es la síntesis entre el ideal de vida contemplativa y la fecundidad apostólica. Entre 1851 y 1854 se establece en Barcelona a las órdenes del obispo Costa y Borràs, donde, entre otras iniciativas, organizó un tipo de catequesis de adultos denominada “la escuela de la virtud”, y colaboró con varias publicaciones católicas defendiendo siempre la libertad de la Iglesia para predicar su doctrina. Por toda esta actividad fue acusado de promover la huelga del año 1854 y desterrado a Ibiza, donde permaneció hasta el año 1860. A partir de ese momento la predicación será su actividad fundamental.

Ejerció una fuerte influencia espiritual en las personas a las que inculcó su carisma al mismo tiempo contemplativo y apostólico, que hoy se mantiene vivo en las congregaciones religiosas fundadas por él.

El camino de fe y la historia de la vocación del Padre Francisco Palau son apasionantes. Sufrió debido a las contradicciones de la sociedad de su tiempo, pero ninguna dificultad lo hizo volver atrás en el deseo de entregarse totalmente a Dios y de trabajar apasionadamente por la Iglesia. Es más, podemos afirmar que cada dificultad, prueba, persecución o destierro, lo fortalecía más en su espíritu y lo animaba a continuar luchando por sus ideales, que no eran otros que la evangelización de la sociedad de su tiempo.

Que su testimonio nos aliente a todos los que hoy estamos llamados a ser evangelizadores en un momento de dificultades sociales y culturales

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa