ADVIENTO (II): CONVERSIÓN, PACIENCIA, CONSUELO 07-12-2014

La Palabra de Dios que se proclama en este segundo domingo del tiempo de Adviento nos va dando pistas para seguir recorriendo el camino que nos lleva al encuentro con el Señor, que viene a nuestro mundo y a nuestra vida.

En el Evangelio aparece una de las figuras del Adviento: Juan Bautista. Él es profeta que nos invita a preparar el camino del Señor y lo hace «predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Mc 1, 4). Lo que debe significar esa conversión para nosotros viene indicado en la primera lectura sacada del profeta Isaías: «Que los valles se levantes, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale» (Is 40, 4). Los valles son los vacíos que hay en nuestra vida: nuestros pecados de omisión, nuestra poca oración, nuestra poca caridad, etc… Los montes y colinas que deben rebajarse son nuestros orgullos y nuestra soberbia, nuestra prepotencia y la tentación de sentirnos mejores que los demás, etc… Lo torcido de nuestra vida son nuestras ambigüedades y nuestras mentiras, nuestras segundas intenciones, nuestra falta de limpieza de corazón en el trato con los demás, etc… Lo escabroso de nuestra vida son nuestras iras y odios, nuestros desprecios hacia los demás, etc… Cada uno de nosotros podemos completar esta lista mirando la verdad de nuestra vida delante del Señor que viene. En Adviento el Señor nos llama a convertirnos de todo esto. Pidámosle que Él nos convierta y transforme nuestro corazón.

A veces podemos sentir que el camino es largo y duro, que la conversión es difícil y que en realidad nos cuesta mucho que nuestro corazón cambie de verdad. Que la dificultad del camino no nos lleve a desconfiar de Dios. La segunda lectura es una invitación a confiar en Dios. El Dios en quien creemos es Dios de vida y no de muerte, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Por ello es paciente. Dios tiene paciencia «porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión» (2Pe 3,9). La paciencia de Dios es nuestra salvación. El Papa Francisco, en una de sus primeras intervenciones públicas, nos recordó que Dios no se cansa de perdonar, que está esperando a que le pidamos perdón. Somos nosotros quienes muchas veces nos cansamos de pedir perdón. Que este tiempo acreciente nuestra confianza en el Dios de nuestra salvación.

Quien abre su corazón al Señor llega a sentir el consuelo de Dios, llega a conocer que es un Dios de gracia y no de juicio, porque nuestras culpas y nuestros pecados han sido cancelados y en nosotros ha nacido una criatura nueva.

Este anuncio de un Dios que salva no debe llevarnos a banalizar nuestra vida cristiana, sino a que nos la tomemos más en serio. El apóstol San Pedro nos lo recuerda en la segunda lectura: «El día del Señor llegará como un ladrón» (2Pe 3,10). No es una amenaza, sino una advertencia para que no olvidemos la importancia del tiempo que vivimos.

Que el Señor nos bendiga con su gracia.

+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa